La semana pasaba rápido, la nota no había sido tan mala como esperaba, al menos no para mí, el Sr. Fieldman quedó como un degenerado en público y había dado de que hablar toda la semana en los medios, aunque en la empresa todos sabíamos cómo era, para nosotros no fue una sorpresa. Él se había ganado que hablaran así de mal, hacía un tiempo se rumoreaba que salía con la actriz principal de la adaptación cinematográfica del libro de Maurice, uno de nuestros autores con más renombre, y al salir a la luz que él la engañaba con Amanda se desató el caos.
Las mujeres de la oficina me miraban mal por haberlo dejado en ridículo, pero no me importaba, desde el viernes anterior no veía a Sara por allí, era raro, ella nunca faltaba, recordaba que hacía aproximadamente dos meses se había enfermado de gripe y había ido a trabajar igual, por supuesto que le pidieron que volviera a su casa, pero ese era mi punto. No era buena su ausencia.
Tampoco volví a ver a Andrew, hablábamos por teléfono algunas veces, pero sabía que algo muy extraño estaba sucediendo, nunca se había comportado de esa forma. Las llamadas, anteriormente, solían durar horas y ahora solo estaban durando veinte minutos a lo mucho. Me replanteaba en cada momento que hablábamos si había dicho o hecho algo que pudiese molestarle.
Había podido reparar la ventana y no habían llegado más rosas ni notas, no sabía qué había sido eso tampoco. Estaba pensando anotarme en un gimnasio privado porque tenía tiempo libre, ya que Jase se limitaba a enviar a su secretaria a darme trabajos y esta me temía, por lo que ya no tenía presiones. Mis días sin Andy eran aburridos y eternos, no me gustaba eso.
Por mi duro pasado nunca había sido de tener muchos amigos o relaciones, mucho menos novio o algo así. No confiaba en la gente y no me gustaban las fiestas o asistir a lugares donde sabía que habría una multitud, mucho menos si estaba sola. Mi ansiedad hacía que los ataques de pánico aparecieran en esas situaciones. Luego de mucha terapia durante la adolescencia comprendí que hay actividades que no se pueden evadir y que tendría que aprender a controlarme, después de todo tendría que trabajar e ir a lugares concurridos toda la vida.
Ya en la recepción del gimnasio completé los formularios y pasé a la enfermería para que pudieran tomar mi peso y talla para la ficha médica. Una vez terminados los papeles, aboné la suscripción mensual y me retiré. Al día siguiente, un viernes, sería mi primera clase. Había conseguido el turno más temprano que tenían así podría ir antes del trabajo.
Mi jefe no había vuelto a dirigirme la palabra siquiera. Toda la semana se limitó a solo decir "Buenos días" o "Adiós" y solo si era necesario. Prefería esa relación con él, al menos así no se comportaría como un capullo cada vez que podía.
— ¿Andrew? — lo vi observando por la ventana hacia mi cuarto
—Lo siento, quería saber si estabas en casa— dijo nervioso
— ¿Qué sucede? — era muy raro su comportamiento ¿Qué hacía espiando mi casa?
—Oh, nada, no te preocupes, ¿Quieres cenar conmigo esta noche?— sonrió nervioso como si escondiera algo
—Claro, ¿mi casa o la tuya?
—No, ¡hay que salir! — Se notaba exaltado— hay un restaurante nuevo fuera de la ciudad— ¿fuera de la ciudad? Andrew nunca había sido fan de ir tan lejos, mucho menos por algo de comer
— ¿Seguro? — Entrecerré los ojos tratando de descifrar lo que pasaba— ¿No es muy lejos?
—No, un amigo me lo recomendó y me gustaría que me acompañes, sé que es lejos, pero quiero ir— dijo tratando de convencerme, era muy extraño
—Está bien— no sabía qué tramaba, pero lo iba a averiguar— ¿A qué hora nos vamos?
—A las ocho en punto prometo estar en tu puerta— miró de reojo hacia adentro antes de marcharse
Eso había sido realmente extraño. Me surgían mil preguntas en la mente, esa noche iba a aclarar todo, no iba a dejar pasar la oportunidad de tenerlo frente a mí para preguntarle qué sucedía o por qué se comportaba así conmigo.
Hacían, al menos, 13 años que éramos mejores amigos y nunca se había comportado de esa manera, sin dudas algo le estaba pasando. También lo necesitaba en mi vida como antes, sin él me sentía nada. Quería que todo volviera a la realidad o a lo que yo conocía como mi realidad.
Más tarde, esa noche, sonó el timbre, aún faltaba una hora para las ocho. Me acerqué a la entrada y sentí como golpean la puerta con desesperación. Me detuve frente a ella, no sabía si abrirla o no. Otra vez golpeaban, cada vez se sentía más fuerte. Parecía que iban a tirarla al suelo en cualquier momento. Estaba aterrada.
Cuando me decidí por abrir no había nadie. Salí al jardín delantero y me encontré otra rosa negra tirada en el césped con una nota que decía:
"Se lo advertí"
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Armas y Seducción (Trilogía Antara 1)
RomanceComo una simple rosa puede cambiarlo todo... Nadie se esperaba esto, mucho menos yo. María Tesman, una joven de 23 años, quien trabaja en una editorial muy conocida de la ciudad, con una vida tranquila, da un giro de 180° al ver su vida en peligro...