Cenamos en el jardín. Todo el tiempo que estuvimos allí sentados el uno frente al otro no pude dejar de mirar la perfección de su rostro, su barbilla recta y su varonil mirada protectora, sus carnosos labios rosados y esos hermosos ojos verdes que me estaban haciendo perder la cordura. Sus ademanes al hablar sobre su vida y la mía. Era sanador tener a una persona así a mi lado.
Durante todos estos años me sentía muy sola, aunque tenía a Andy y a mi madre sentía un vacío en el pecho, y ahora por fin tenía a alguien a mi lado que sabía demasiado sobre mí, confieso que eso me asustaba un poco, pero también hacía que me sintiera protegida en cierto modo, no debía ocultar nada, ni fingir ni disimular.
El brillo de sus ojos era más cegador que la propia luz del sol. Ante mis ojos sus defectos, como la cicatriz que nacía cerca de su ojo y acababa en medio de su pómulo, desaparecían haciéndolo parecer un Dios griego. Su mano acariciando la mía mientras el manto de estrellas nos cubría. Parecía la noche más perfecta que había tenido hasta ese momento.
A la mañana siguiente solo podía pensar en volverle a ver. Me levanté y vestí lo más rápido que pude para bajar a la sala. Para mi sorpresa, tras buscarlo por un rato me di cuenta de que él no estaba por ningún lado. Un asomo de angustia me advertía que las cosas no iban bien.
Una carta roja sobre el recibidor esperaba por ser leída. Decía mi nombre en elegantes letras doradas, por lo que la abrí y comencé a leerla. Rajul se había ido por unas semanas. No podía ser posible, justo cuando estábamos conociéndonos, parecía que el destino me volvía a jugar una mala pasada.
Algo me decía que ese inesperado viaje tenía que ver con nosotros. Quizás se había arrepentido de lo que estaba sucediendo, no lo sabía, solo esperaba que no fuera así, le quería como para dejar que se marchara así como así. Con él sentía que podía ser yo misma sin tapujos ni mentiras y no estaba dispuesta a renunciar a lo que pudiera pasar entre nosotros.
El día pasó aburrido, casi tedioso. Estaba cansada de no tener nada que hacer, extrañaba mi antiguo trabajo. Los guardias iban y venían, al igual que el servicio, las cocineras y el resto de los empleados. Sin emitir ni un pequeño ruido fui directamente a descansar, no tenía apetito como para cenar después de todo. Siendo sincera me sentía fuera de sitio ahí, una extraña a la que ahora le pertenecía un nuevo y desconocido destino.
Ya en mi cama tomé el cuadro de mi madre y las lágrimas comenzaron a aparecer. La necesitaba tanto. Nunca antes había sentido eso que se supone que es enamorarse de verdad y ahora que lo experimentaba no tenía a nadie que me diera un consejo. Mi corazón amenazaba con quebrarse, pero lo detuve con la esperanza de que regresara y todo volviera a estar bien.
Algún día podría ser feliz con alguien sin tener que esconderme como aún lo hacía. Aunque la mayor marca la tenía cubierta por un hermoso tatuaje que dibujó mi madre, sentía que los fantasmas detrás de ella aún me perseguían y no se rendían.
A veces creía que se alejaban, pero en un abrir y cerrar de ojos se volvían sobre mí nuevamente haciendo que perdiera la poca estabilidad que me quedaba. Quebraban mis alas dejándome caer al vacío sin nada con que salvar mi frágil cuerpo.
Mi madre solía decirme que mis cicatrices solo eran los rastros de las batallas que habían hecho de mí la gran mujer que soy. Amaba sus ideas sobre mi pasado, me hacía sentir fuerte e indestructible. Ella siempre me ayudaba a recuperarme tras caer en una mala racha, sus brazos consolaban mi corazón que solo latía por ella. Cuando me propuso la primera vez tatuarme sobre las magulladuras que me habían hecho en las casas de acogida me sorprendí, pero al ver el hermoso dibujo de las rosas que me había hecho mis ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón saltó de agradecimiento hacia la fantástica mujer. El primero de ellos alcanzaba gran parte de mi brazo, desde el omóplato donde una fina cicatriz de la navaja del primer hombre que me dañó se asomaba, hasta la muñeca donde tantas veces había realizado cortes de niña con la esperanza de acabar con mi sufrimiento. Era una hermosa obra de arte que me ayudaba a superar esas espantosas escenas vividas en el pasado.
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Armas y Seducción (Trilogía Antara 1)
Storie d'amoreComo una simple rosa puede cambiarlo todo... Nadie se esperaba esto, mucho menos yo. María Tesman, una joven de 23 años, quien trabaja en una editorial muy conocida de la ciudad, con una vida tranquila, da un giro de 180° al ver su vida en peligro...