Capítulo 3

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Sí, estaba yendo al bosque. Sí, ayer casi se había desmayado del miedo al ver al lobo gigante y al hombre de ojos rojos. Aunque seguramente lo último lo había alucinado.

Quería tener un momento de paz, como siempre. Luego de un interminable día en el colegio, dejó su mochila en casa, pues aprende de sus errores y ya no la llevaría por si se pone en peligro otra vez.

En una mano llevaba su libro y en la otra el bate que su mejor amigo le había regalado, antes de mudarse por décima vez. A ella le encantaba. En la parte de arriba estaba grabado su apodo, Sunny. Amaba que la llamaran así y no con su nombre real. Pues de esa manera se sentía bien, era Sunny y solo Sunny.

Se sentó en el mismo lugar que el día anterior y se acomodó, siempre teniendo precaución y dejando el bate al alcance de su mano por si ocurría un percance.

Había traído su libro favorito. Aquel en el que seres mitad ángeles protegían a los humanos desde las sombras de los demonios. Era la tercera vez que lo leía y esta vez era para poder recordar todo lo que sucedía, pues la autora había sacado un nuevo libro de la saga.

Dejó de leer cuando escuchó crujidos, se asustó de sobremanera, estaba muy inmersa en la lectura. Agradecía haber escuchado los sonidos, pues cualquier cosa podría haber pasado mientras no estaba alerta.

Se levantó lentamente y tomó su bate. Miró hacia sus lados y no vio nada. Decidió ir hacia donde había escuchado el ruido y cuando dio unos pasos, volvió a escuchar los mismos crujidos, pero esta vez alejándose. Y a eso se le sumó un aullido lastimero.

Eso fue el incentivo suficiente para ir hacia allí. Se encontró al mismo lobo de ayer atrapado en una trampa para osos. Seguramente su padre había puesto algunas por todo el bosque. Tendría que hablar con él y regañarlo por hacerlo, a ella no le gustaba que los animales sufrieran. A pesar de que había traído un enorme bate para atacar si algún animal salvaje se le venía encima. Pero también iba a regañarlo por no haberle dicho, ella podría ser la que estuviera atrapada en vez del lobo.

Aquel ser se asustó cuando la vio acercarse y se agachó sumiso al suelo.

No podía dejar a ese animal allí mientras estaba sufriendo atrapado en la trampa.

Iba a emplear todo lo que su padre le enseñó sobre las trampas para liberarlo, aun si eso implicaba que la atacara después.

Usó su bate para abrir un poco la trampa, así su pata no sufría la presión de esta.

Hizo un poco de fuerza para poder pasar su bate. Quería que el animal no sintiera las garras de aquel artefacto tan metido en su piel. Una vez que lo logró, jadeó de la presión de haber hecho tanta fuerza. Ahora venía la parte difícil, desarmarla. Cualquier error podía llevar a que la trampa se refuerce y termine rompiendo el bate y quebrando la pata del lobo.

Con mucho cuidado hizo paso por paso, lentamente, mientras el lobo la miraba con recelo.

Cuando terminó soltó un suspiro de alivio y se dejó caer en el césped. Le sorprendía que el lobo no le haya mordido cuando hizo presión de más y terminó enganchando más la trampa. Seguro que esperó hasta al final para matarla una vez que lo libere. Pues esta especie era inteligente.

Ahora seguro se abalanzaría sobre ella y le comería toda la cara.

Y eso fue lo que hizo, o al menos eso fue lo que Sunny pensó que iba a pasar.

El lobo se abalanzó sobre ella, haciendo que su espalda chocara contra el suelo y empezó a lamerle toda la cara.

La chica, al principio confundida, comenzó a reír. El lobito le hacía cosquillas.

— Para, para, no p-puedo resp... respirar. —El lobo se quedó quieto y se echó para atrás, sentándose en el estómago de la chica.

Se miraron unos cuantos segundos y ella creyó ver estrellas en los ojos de aquel animal salvaje. Le daba una sensación de paz y tranquilidad, muy diferente a la primera impresión que había tenido a cuando lo vio inicialmente.

—¿Pue-puedes bajarte? Necesito recoger mis cosas y seguramente estar en esa posición haga que te duela más la herida, lobito. —El lobo, como si le hubiera entendido, se bajó de ella y se quedó a un lado, observando sus movimientos.

Sunny se levantó y se sacudió la falda. Quería revisar la herida del lobo y curarla, aunque temía que la atacara por hacerle daño, por lo que se quedó quieta mirándolo unos momentos.

Se sentía eclipsada, no podía dejar de ver sus ojos.

—¿Sunhee? —dejó de mirarlo cuando escuchó una voz conocida llamándola. Era su padre, seguramente se había tardado más de lo usual al desarmar la trampa y ya era hora de la cena. Quizá por eso el cielo estaba anaranjado y más oscuro que cuando llegó.

Dio la vuelta para volver a observar el lobito y descubrió que no había rastro de él. Ni siquiera había gotas de sangre que indicaran por dónde se fue.

Caminó hasta su padre y ahí comenzó su severo regaño por haber puesto trampas en el bosque.

—Casi matas a un lobo, papá. Podría haber sido yo y acabar sin un pie. ¿Por qué pusiste trampas tan adentro del bosque?

—Hay muchos animales salvajes aquí, Sunhee. Podrían ir hasta casa o el pueblo y matar a alguien.

—Por eso deberías solo poner en los inicios, así pueden ir libremente por el lugar. No creo que quieran ir hacia el pueblo, son reacios a los humanos, se mantienen alejados de ellos. —Sunny se cruza de brazos enfadada. Sabía que era el trabajo de su padre, pero era una estupidez poner trampas tan dentro del bosque. Nadie iba allí. Bueno, nadie aparte de ella.

—El alcalde me dijo que lo hiciera, caramelito. Luego te daré un mapa con los puntos en donde puse las trampas. Así podrás caminar libremente sin temer perder un pie. Sé lo mucho que te gusta venir aquí. —Suavizó sus palabras para que la niña dejara de regañarlo. Cuando se enojaba hablaba hasta por los codos y lo menos que quería era tener una larga conversación mientras llegaba la noche en pleno bosque.

—Está bien. Pero dile el alcalde que eso es una pérdida de tiempo y no hará mejoras en que los animales salgan de aquí. —Soltó con un suspiro.

—Lo haré. —Sonrió y le tendió la mano a su hija. Esta agarró su libro del suelo y la tomó. Su bate estaba partido y ya no servía para nada. Tampoco es como si lo fuera a llevar así, podría astillarse o lastimarse con las hendiduras de la madera.

Padre e hija se alejaron para poder irse a su casa y cenar.

Había sido un largo día para ambos, por lo que se irían a descansar inmediatamente.

A Girl In The Forest [BTS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora