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El amanecer siguiente fue oficialmente, el día más feliz que yo había vivido hasta entonces. Aun con mi ojo cerrado, recordé las caricias de Samantha, su rostro, su voz y el olor de su cabello.

Sin embargo, también recordé los mensajes y lo triste que me había puesto enterarme de que ellos pensaban irse. Esa sensación de ausencia anticipada no me permitió disfrutar la dicha por completo. El vacío y el dolor se asentaron dentro de mí con más fuerza todavía cuando me desperté del todo y me di cuenta de que Samantha no estaba en la cama. Ya se había ido.

Me levanté y constaté que su ropa y su celular no estaban. Era como si nunca hubiera estado ahí. Sólo existía en mi memoria y en mi corazón. Y con eso bastaba. Nadie iba a poder borrarla o expulsarla de ahí nunca.

Una cosa me pareció extraña y es que para poder salir, ella necesitaba la clave para desactivar la alarma y por tanto, la puerta. Recordé que ella y Jordan me habían visto digitarla la primera vez que vinieron a La Cueva y seguramente la había memorizado en esa ocasión, o en cualquiera de las veces posteriores en que los dos entraron. No le di mayor importancia.

Me duché y esa vez, lo hice de una forma muy diferente. Recordé el amor y la ternura con que ella me había acariciado y comencé a tratar mi cuerpo con más afecto, con más cuidado. Me pareció que, a pesar de lo que dijeran los psicólogos y las feministas radicales en Internet, sí que era posible quererse a sí mismo a partir del cariño que otros sentían hacia uno.

Mientras me vestía, noté que mi vieja libreta de mano estaba abierta, la que tenía junto a la lámpara.

Yo había anotado casi quince ventajas distintas de ser un robot, pero la que había a la derecha, la de las desventajas, había estado vacía. Samantha la había rellenado con su letra llamativa e intrincada, quizá antes de irse.

Desventaja Nro.1: Los robots no sienten.

Desventaja Nro.2: Los robots no pueden besar y mucho menos hacer el amor.

Desventaja Nro.3: Tampoco son capaces de despertar sentimientos en los demás.

Desventaja Nro.4: No pueden tener amigos.

La última era la mejor.

Desventaja Nro.5: Los robots no pueden amar.

Me di un golpe en la frente al saber que Samantha había leído esa lista tan vergonzosa e infantil. Era una tontería que yo había comenzado para desahogarme y ahora lo veía como lo que era, algo muy estúpido. Llegué incluso a escribir como Ventaja Nro.5 que los robots no sentían deseo sexual.

El zumbido de mi celular llamó mi atención. Era un mensaje de Jordan.

"Me gustaría que saliéramos hoy un rato, hermano".

"¿Con Samantha?", contesté sin saludarlo.

"Ella se reunirá con nosotros más tarde. Quiero que tú y yo hablemos un rato antes".

Torcí el gesto. Yo ya sabía de qué iba todo eso.

"Está bien ¿A qué hora?".

"Puede ser en treinta minutos".

Me encontré con Jordan en un parque que había a tres cuadras de mi vecindario. Él ya se encontraba ahí cuando llegué. Estaba sentado sobre una banca. Se veía demacrado y abatido como no lo había visto nunca. Logró componer una sonrisa superficial en cuanto me vio.

El Bello Y Las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora