17
—No tienen que acompañarme. Puedo tomar un taxi.
—Por supuesto que no — masculló Jordan con su voz grave y tajante —. Tu segunda madre nos va a matar si algo te pasa por el camino. A ella sí que le tengo miedo.
Estábamos caminando de regreso a La Cueva, pero tomamos una ruta diferente que cortaba por un parque recreativo.
—Rosa es muy agradable — comenté —. Sólo hace falta que los conozca un poco más y ya verán que no tardará en confiar en ustedes.
Samantha frunció los labios.
—No creo que le agrade mucho que Jordan y yo te visitemos, Ángel. Tal vez lo mejor sea que no volvamos a tu casa.
Un vacío helado se asentó dentro de mí ante la idea de no volver a verlos.
—Rosa y papá siempre han querido que yo haga amigos. Sé que sólo es cuestión de tiempo para que ella se acostumbre a verlos — musité, intentando controlar la ansiedad que se filtraba a través de mi voz —. Pueden ir a visitarme siempre que ustedes quieran.
Jordan y Samantha asintieron. El sol nos daba en plena cara y los bellos ojos de ella parecieron todavía más claros cuando se giró para mirarme.
—¿Alguien te está molestando, Ángel? — inquirió ella.
—¿Te refieres a lo que dijo mi papá?
—Sí.
Agité una mano.
—Son sólo niños. Los hijos de los vecinos que gozan haciendo travesuras.
—¿Qué te hacen? — intervino Jordan.
—Me lanzan tierra, papeles y cosas.
—Tienes que defenderte. No puedes permitir que sigan molestándote o lo harán toda la vida. No importa si son niños.
Cruzamos la calle.
—Eso intenté hacer y fue peor. Uno de esos niños tropezó y se lastimó. Los padres fueron a reclamarle a papá.
—¿Y qué harás si vuelve a pasar?
—Correr.
Jordan resopló.
—¿Eso es todo?
Me detuve y me planté delante de él.
—¿Y tú qué sugieres que haga? — espeté con sequedad — Ellos son niños y yo ya soy mayor de edad. No puedo golpearlos y tampoco regresarles las travesuras que me hacen porque todo siempre se va a malinterpretar en mi contra. Mi padre me apoya, como dijo en la llamada, pero no quiero que pelee con otras personas por mi culpa.
—Pues si corres, va a ser peor, hermano. En cuanto la gente, incluidos los chicos, te huelen el miedo y la debilidad, ya no te los quitas de encima jamás.
—Sí, claro. Por eso fue que no quise cursar la secundaria en un colegio público.
Lo esquivé y pasé de largo la calle. No me gustaba el curso que estaba tomando esa conversación y esperaba que Jordan tuviera el sentido común de no seguir por ahí. Pero Jordan era Jordan.
—¿Y así te la vas a pasar toda la vida? ¿Escondiéndote con tal de evitar problemas?
Me volví.
—¿Y qué si hago eso? — mascullé con la voz gélida — Es mi vida y sólo yo tengo que vivir bajo mi piel.
Él y Samantha llegaron hasta donde yo estaba.
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El Bello Y Las Bestias
RomansaMi vida es tranquila, solitaria y aislada como la de un ermitaño. Alguien con mi apariencia no puede ir mostrándose por ahí como si nada. Mi nombre es Ángel pero tengo cara de monstruo. La esperanza de tener amigos fue desapareciendo con el pasar...