Capítulo 1

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Respira, no todo es malo, y si lo es, pronto vendrá lo bueno.
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— Buenos días Antón, ¿te traigo lo de siempre?

— buenos días linda, me encantaría, muchas gracias — me dijo con una gran sonrisa

— enseguida

Me aleje de la mesa para llegar al mostrador y darle el pedido a Frank, el cocinero

— Frank, el señor Antón en la mesa 7 pide un desayuno americano, ya sabes como le gusta — deje el papel enganchado en la pared

— desayuno americano saliendo, 2 tostadas con mantequilla, los huevos revueltos sin mucha sal, el tocino bien frito y un jugo de naranja sin azúcar, ese viejo viene tantas veces por lo mismo que me aprendí su pedido de memoria

Me reí del comentario de Frank, era verdad, el señor Antón venía incluso antes de que yo llegara a la ciudad, y desde entonces siempre pide lo mismo a la misma hora, y en la misma mesa, una vez llegó y vio que unos jóvenes estaban sentados en ella, el pobre se quedó esperando a que se levantarán para poder comer él, se negaba a sentarse en otra mesa pues decía que esa era la mejor de la cafetería.

Hoy era un día precioso, era lunes, y las personas por la calle caminaban a sus trabajos, sin detenerse a contemplar el bello cielo, era una de las cosas que se me hacen raras, en casa la gente estaban preocupadas por llegar a tiempo a sus trabajos, claro, pero siempre se detenían a ver el cielo, respira aire fresco, e incluso dar los buenos días a todo aquel que se le cruzará por el camino. Aquí todos estaba ajetreados, entiendo que sea inicio de semana, pero más que persona parecían zombies.

El local estaba medio lleno con algunas personas que fielmente tomaban su desayuno aquí pues les quedaba cercano al trabajo, algunos estudiantes y parejas se encontraban hablando y comiendo tranquilos en sus mesas, esto era muy diferente allá afuera, desde que entras sientes esa calidez y calma que te transmite, un poco de lo que esas pobres personas necesitan para empezar el día con el pie derecho.

— orden lista Layla

— gracias — tome la bandeja con el desayuno y me acerque a la mesa

— su desayuno justo como le gusta

— eres un sol mi niña — me dijo, he hizo que me sonrojara un poco por la vergüenza

— ¿solo por traerle el desayuno? — pregunté, el señor Antón era conocido por ser de esos ancianos que van repartiendo cumplidos y sonrisas a todos

— pues sí, siempre que me traes el desayuno me alegras el día con tu bella sonrisa, tan radiante como un sol

— ya entendí, porque no mejor se dispone a comer que se le enfría, pero gracias por el bello cumplido

A esto me refería cuando decía que aquí adentro todo era mejor, hasta las personas parecían cambiar totalmente cuando entran a cuando salen.

Por eso se me hizo muy extraño el cliente que entró.

Una señora, de unos 40 o 45 años, aproximando, entró al local con una pañalera en un brazo y un bello bebé en otro, tal vez no debería decirle bebé, ya que se me hacía como un pequeño de 3 años cuando mucho. Se sentaron en la última mesa al fondo, cerca de los baños, y entonces me dispuse a atenderlos.

— buenos días, bienvenidos a Springtime, seré su camarera el día de hoy, ¿en que la puedo ayudar?

Esperé

Y esperé

Y como unos 3 minutos después la señora al parecer seguía sin notar mi presencia, se encontraba rebuscando algo en su bolso de mano, lo suficientemente distraída como para no notarme, o al pequeño que empezaba a llorar.

De Principio A FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora