Capítulo 5

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Tratar de cambiar a una persona es fácil. Cambiar su actitud es otro tema
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— ¿eres sorda acaso? — me pregunta — ¿o muda?

— no... Yo... Amm hola, señor, soy layla... Bueno mi nombre completo es Ellayla pero todos me dicen layla... Aunque mi tía y los más cercanos me dicen Ella, yo la verdad no tengo...

— ¿tienes botón de apagado? Solo te hice dos preguntas, no es tan difícil responder

¡Bueno pero este  hombre lo que tiene de apuesto lo tiene de maleducado!

— yo... Si, claro... Lo siento, me llamo Ella...

— tu nombre ya lo dijiste, ahora quiero saber que haces en mi casa

— claro, yo ammm me pidieron...

— señorita Jefferson, que bueno que ya llego

¡Que tiene la gente con interrumpirme!

— señor well, buenas tardes, si, acabo de llegar

— ¿padre, conoces a la señorita?

— ah, hijo no te note — dijo en su dirección y pude ver la cara de molestia que ponía este — si, la señorita Jefferson se ofreció a traer a mi nieto, ya que este se encontraba en su local

¿Me ofrecí?

¿En qué momento me ofrecí?

— ¿y que hacía mi hijo allá?

¿Entonces él es el padre de niño?

— el intento de niñera, por supuesto

— ¿de nuevo? Creí que ya habías solucionado ese problema padre

— y así fue, pero al parecer le quedó grande el trabajo

Y mientras yo, bien gracias como una estatua en medio de la sala, la tensión se sentía en el aire y la incomodidad no tardó en llegar, así que me aclare la garganta para que supieran que existía.

— disculpen, tal vez llegue en mal momento, solo traje al niño, y me quería asegurar de que estuviera bien — dije volteando a ver al niño pegado a mis piernas — ¡y si lo esta! Así que si me disculpan me tengo que ir

— hijo ven aquí — dijo el hombre, y este se movió hacia el, con pasos lentos, y llegando a él, este lo alzó en brazos y se aseguró de que estuviera bien

— ¿como estas? ¿Te duele algo? — este solo negó con la cabeza

Me quede mirándolos, tan lindos que se veían los dos juntos, y si pude ver los rasgos que compartían, el color de cabello era igual, castaño claro, pero no compartían los rizos, ya que el cabello del hombre era liso, peinado hacia atrás, compartían el mismo color de ojos, solo que los de él eran más profundos, el color gris predominaba en ellos y el color de su piel era como canela, se notaba que salía a la playa pues era un color dorado, se podría decir que su piel brillaba.

— ¿señorita?

— ¿ah?... Perdón, quiero decir ¿disculpe? — dije avergonzada pensando que pudo notar que no le quitaba la mirada de encima

— ¿se comportó bien?

— ¿quién?

— pues usted

¿Ah?

— ¿cómo?

— mi hijo, señorita, estoy hablando de mi hijo, que si se comportó bien — dijo mostrándome una pequeña sonrisa de lado y yo sentí mis mejillas calientes

De Principio A FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora