Siento que, si paso más tiempo bajo el sol del mediodía, voy a terminar de decolorarme. De todos modos no pretendo decirlo en voz alta de nuevo después de la reacción de Mirko la primera vez.
Suspiro, entrando a la cafetería, y busco una mesa en una esquina apartada de todos mientras él va a hacer el pedido.
¿Por qué tenemos que conformarnos con venir siempre al mismo lugar cuando hay una decena de lugares humanos en los que de seguro la comida es mejor?
Juego con una servilleta, la rompo en pedacitos y hago que floten en el aire, dispersándose, como si tuvieran algún lugar a donde ir. Una mano huesuda recoge aquellos que están a punto de caer y sonrío, no puedo evitarlo.
¿Cómo no sonreír? Es el único que me aguanta, estoy agradecida por eso. Pero ni siquiera él es capaz de llenar el vacío que tengo dentro. Es como los demás siempre sonriendo, y eso lo hace contagioso.
—¿Qué te ocurre? —me pregunta, y parece estar intentando leerme el pensamiento.
—No naciste con ese don, ni lo sueñes —le digo sin responderle, aunque sepa perfectamente que se nota a leguas que algo no anda bien.
De todos modos es natural que esté así, y sé que lo sabe. Cualquiera estaría estresado y nervioso en mi lugar, me siento como la única que no tiene un plan perfecto a seguir.
«La única que aún no está lista.»
Él no puede entenderme, y no lo culpo. Mirko no se preocupa por nada, tiene su vida resuelta. Supongo que es por eso que me siento incómoda incluso con él, es muy perfecto. Algunos no tenemos tanta suerte por naturaleza.
—Ya sé que te está afectando no haber tenido tu rito de paso aún, pero eso puede ser algo bueno —Intenta animarme, y falla con creces.
—No, no comiences. No sé cómo será en Sub-Rosston, pero aquí...
—Aquí es distinto, ya lo sé. Te recuerdo que me mudé hace seis años —Noto algo en su voz, aunque trata de ocultarlo. Creo que esta vez la he fastidiado a lo grande.
—¡Ese es mi punto! —Los papelitos cortados caen al suelo con el movimiento de mis manos—. ¡Eras un niño cuando lo hiciste!
—Todos tenemos tiempos distintos, Ellie. —susurra, como si incluso él mismo dudara de su afirmación.
—Desde que tengo consciencia me he preparado para ese momento, ¿entiendes? —explico, tomando una gran bocanada de aire— Jamás he visto alguien que haya tardado tanto tiempo, como yo. Me hace sentir inútil.
—Estás exagerando, y lo sabes.
«No, no lo estoy haciendo»
Sé que quiere apoyarme, pero no cambia absolutamente nada. Evito el tema para no entrar en otra discusión y le contesto con monosílabos. Justo acabo de recordar por qué no me apetece hablar con nadie. Debería limitarme a pájaros, ardillas y darme por vencida con esto de hacer amigos.
Al poco tiempo él mismo deja de intentar animarme y terminamos comiendo en silencio, a mí no me molesta en absoluto, pero sé que a él sí y en parte me duele haberlo puesto en esa situación.
Apuesto a que no se imaginó que la niña que encontró llorando el día que llegó a la ciudad, seguiría quejándose después de todo este tiempo.
¡Poco a poco vamos conociendo más de la vida de Elara!
¿Qué tal te cae Mirko?
¿Tienes amigos así?
¿Te parece que Elara tiene razón en preocuparse, o que está exagerando?
¿Tú también tienes algún ritual de paso a la adultez? ¡Cuéntame sobre él!
¿Preferirías tener una sola cafetería, pero llena de avins; o poder elegir entre muchas, solo con humanos?