Veo que palidece y sé que ya no podré arrepentirme de haberle confiado mi interés por los humanos.
Este tema ha estado muerto para nosotros por años, pero a pesar de jamás haber llegado a ver los libros sé que existen.
Mirko no miente.
Chasqueo mis dedos frente a su rostro y sacude su cabeza como si hubiera estado en trance. Ríe, yo lo imito y ruedo mis ojos. Odio un poco que siempre haga lo mismo, que me quite la concentración en los momentos más inoportunos.
«Al menos me contagia con su felicidad.»
—Pero Ellie, sabes que todo este tiempo fue una broma. —Está nervioso, lo sé. ¿Por qué?— Porque lo sabes, ¿no es así?
—Nunca fue una broma, no me vas a engañar. Llevas desde que te conozco jactándote de lo malo que eres, de que pareces un vigilante de película por haber cometido un acto así.
—Bueno, es que siempre supe que solo me faltaría la capa para...
—¡Presta atención! —¿Por qué me está haciendo reír justo cuando intento estar más seria?— Esos libros existen y los tienes tú, ¿sabes cómo lo sé? Porque son la única manera de que conozcas tanto sobre el mundo de los humanos.
Abre la boca para decir algo, pero vuelve a cerrarla. Sé que le he ganado, es que no me puede engañar.
Ahora tiene miedo de que le pida los libros porque sabe que no tendrá el conocimiento para él solo. Más le vale acostumbrarse, ahora seremos dos expertos en humanos y yo por fin podré comprender a Mirella.
«¡Mirella!»
El teléfono lleva rato sonando, mensaje tras mensaje. Me levanto y salto el espaldar del sofá para buscarlo.
«Es ella, claro que es ella, ¡por supuesto que es ella!»
Su siesta por fin ha terminado y no dice nada relevante.
Es lo usual, su padre quiere pasar tiempo juntos y, aunque a ella no le guste la idea, tiene que hacerlo. Supongo que siempre fue así, pero antes no le daban tanta importancia.
Quizás las cosas para los humanos cambien con el tiempo.
Me doy la vuelta y me encuentro con dos ojos anonadados.
—¿Es el acosador? —pregunta atónito, yo niego con la cabeza.
Sé que no tiene sentido seguírselo ocultando, pero no cederé con tanta facilidad.
Levanto un dedo índice para que espere y él calla, termino de contestarle a Ella y guardo el celular en el bolsillo del pijama. Entonces me acerco a él con los brazos cruzados y una sonrisa que esta vez no me ha contagiado.
—Te cambio un secreto por otro, ¿qué te parece?
—Vaya, creo que estás aprendiendo. —Su respuesta me anima, me calma. Toma la flor que dejé tirada en el sofá y la pone junto al resto— Quizás puedas ser una buena secuaz después de todo.
—¡Yo no soy secuaz de nadie!
—Ni siquiera conoces el nombre de un superhéroe. —Luego de contestarme me saca la lengua y suspiro.
Se pone de pie y me ofrece el brazo, galante como en las películas viejas que le encanta ver.
Tengo miedo, pero no puedo entender con exactitud por qué.
«¿Son nervios, quizás?
Esa podría ser una palabra más apropiada.»
Es distinto a lo que sentí cuando me escabullí a la oficina de Madre.
Una sensación de pavor, de que algo va a salir mal. Un sentimiento estúpido e inexplicable. Como una tormenta que se acerca.
Lo único que sé con seguridad, es que esta será una noche larga.
¿Lograste ya encontrar las pistas que se han escondido a lo largo de la historia?
¿Serías superhéroe, villano, antihéroe o secuaz?
Yo también te cambio un secreto por otro, ¿jugamos?
¿Qué crees que ocurrirá en el próximo capítulo?