Resaca, así se les dice a los olas del mar cuando se alejan de la orilla, cuando esperan para volver a empaparla. Retroceden con fuerza, llevándose caracoles y arena a su paso, creando espuma. He visto a muchos humanos temiéndole, pensando que el océano enloquecerá cuando se devuelva y los atacará.
Las olas rompen con fuerza, con furia, con dolor, como si estuvieran vengándose. Muchos no saben que el mar también siente.
El agua es, quizás, el elemento más incomprendido de todos, inestable, necesitado. Yo la entiendo, soy una de las pocas que lo hace.
Resaca es, al parecer, también ese dolor de cabeza terrible que sienten los humanos después de beber demasiado alcohol. Supongo que los avins no tenemos ese problema, yo incluso me siento descansada.
«¿Cómo no estarlo, si dormí con una sirena a mi lado?»
La pobre lleva rato con los ojos cerrados, seria, masajeando sus sienes.
Me pidió que le contara qué había pasado en Karma, yo lo hice sin quererlo.
«¿En verdad no se acuerda?»
No me sorprende, no del todo.
A veces, de madrugada, me ponía a ver a las personas regresando a sus casas junto a Mirko. Él lo llama "el camino de la vergüenza", siempre se divirtió él más que yo viendo como iban de un sitio a otro desorientados, lamentándose de lo que podrían haber hecho la noche anterior.
Yo me limito a abrazarla, lleva rato callada y la sonrisa se le ha borrado del rostro.
«¿Qué mira?»
La pantalla de su teléfono, oscurecida por el ahorrador de energía, no me da buenas señales. Está temblando y no tengo que preguntarle para saber que no quiere enfrentarse a la realidad, yo tampoco.
«Por favor, quédate un rato más conmigo.
Ella, por favor, no llores. ¿Qué ocurre? Yo estoy aquí, para salvarte, para ayudarte.»
El teléfono repica una vez, otra. Lo ha puesto en altavoz, tiene los ojos cerrados, casi esperando que no conteste.
Repica de nuevo, yo espero lo mismo, quiero que se quede conmigo un rato más, solo un poco más. No me importa que momentos como este se vayan a repetir, espero que todos los días. Ninguno más será el primero, el más inolvidable, el que atesoraré cada noche antes de irme a dormir, espero que con ella.
—Pronto? —escucho que el teléfono escupe y aprieto mis puños.
La realidad se cuela por la ventana con el rocío de la mañana y lo rayos de sol. Nuestra burbuja desaparece, ha durado demasiado. Ella reacciona y abre los ojos, se abalanza sobre el teléfono con temor y veo que desactiva el altavoz. Lo coloca entre su oreja y su hombro y comienza a desenredarse el cabello, buscando qué hacer, desesperada. Me busca con la mirada y yo tomo una de sus manos, ¿por qué tiene tanto miedo?