18: Cenizas de papel

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Aprovecho que todavía llueve y me deslizo hacia abajo usando las gotas como escalones

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Aprovecho que todavía llueve y me deslizo hacia abajo usando las gotas como escalones. Mirko opta por lo convencional y decide ir por las escaleras.

Esta vez dejo que mi cabello se empape, el agua se desliza por mi rostro y me refresca. Me siento llena de vida y disfruto el espectáculo que las gotas crean a su paso, mientras él tarda demasiado tiempo en salir de mi casa y llegar hasta su bicicleta.

Reviso el teléfono al tocar el suelo, sonrío al notar que las llamadas desconocidas han sido reemplazadas por mensajes de Ella, como si en cierto modo fuera capaz de alejar al acosador invisible.

«Quizás lo es.»

Pronto podré comprender cosas que hasta ahora no me habían importado

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Pronto podré comprender cosas que hasta ahora no me habían importado. Estar más cerca de Ella y dejar de sentirme como si estuviera en pañales cada vez que me habla. Un millón de preguntas que antes me tenían sin cuidado se arremolinan a mi alrededor. Quiero saberlo todo de ellos para poder entenderla. Un cosquilleo recorre mi cuerpo, electricidad que por un segundo pienso que ha sido provocada por un rayo.

Solo me doy cuenta de que él está esperándome cuando siento una piedrita chocar contra mi muslo. Guiña un ojo mientras comienza a pedalear y yo lo sigo sobre las gotas.

La escena, vista desde afuera, debe ser increíble. Un caballero moderno en su bicicleta, con una tempestad rodeándolo sin poder tocarlo. Lo acompaña una silueta blanca flotando al nivel de sus hombros, todo está oscuro, iluminado por la piel del chico que brilla en la más absoluta penumbra.

«¿Así se sentirán ellos cuando piensan en historias fantásticas?»

Quizás deba contarle a Ella la idea, dejar que la dibuje y algún día lo convierta en película. Nos imagino juntas, creando un mundo de la nada, haciendo historia, cruzando fronteras que nunca debieron existir.

Comienzo a correr porque sí, las gotas viajan bajo mis pies y casi parecen solidificarse. La lluvia que no lo empapa se convierte en mi soporte y al movernos nos vemos envueltos en una burbuja luminosa desplazándose por las calles de nuestra comunidad. Él va despacio, disfrutando cada segundo, y yo sigo su ritmo.

«Tengo todo el tiempo del mundo.»

En otro momento el silencio que nos envuelve me resultaría abrumador. Las casas que nos rodean nos miran con confusión. Somos los únicos en la calle en este instante, danzando a través del laberinto vertiginoso que sube y baja.

...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora