4: Melodía lejana

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Con la de hoy, vendrán siendo ya alrededor de veinte llamadas sin sentido, casi todas entre medianoche y las siete de la mañana, apenas un par ha entrado en la tarde

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Con la de hoy, vendrán siendo ya alrededor de veinte llamadas sin sentido, casi todas entre medianoche y las siete de la mañana, apenas un par ha entrado en la tarde. No puedo ignorarlas como dijo Madre, no cuando son un tormento constante. Preocuparme por eso es una forma muy buena de olvidar la incomodidad que he sentido respecto a mi salud los últimos días. Odio pensar que estoy siendo dramática, pero no es normal sentirme como lo hago.

«Se supone que debo distraerme de eso.»

Es mejor ocuparme en un buen misterio para mantener la mente activa. Aunque al final no sea nada, siempre es divertido imaginarse mil escenarios. Mirko no para de hablar sobre su amigo y como de seguro nos ayudará, no comprendo su emoción.

Él mismo tiene cerca de cien teorías distintas, dice que quizás es algún espía con una misión ultra-secreta, o la víctima de un secuestro buscando ayuda. Piensa que a lo mejor me he ganado un premio, que me están investigando, que cada llamada activa la cámara en mi teléfono, que nos pueden ver.

Pienso que mira demasiada televisión y que estar todo el tiempo rodeado de niños pequeños le ha terminado de freír el cerebro.

«Pero al menos me hace reír.»

Este es uno de los pocos establecimientos avins que he visto en un lugar repleto de humanos, así que no dudo que me vaya a caer de maravilla. Al parecer, tiene la mente abierta. Cuando llegamos, Mirko sube las escaleras mecánicas de dos en dos; yo trato de imitarlo, pero opto por abortar la misión cuando veo que estoy a punto de resbalar y caer. Él ríe. Para él las csas son un juego desde que lo conozco.

Todo le entusiasma, es una nueva aventura refrescante y llena de vida.

La tienda en sí deja mucho que desear, no esperaba gran cosa, pero un puestito apretujado en lo que casi parece un callejón sin salida no era lo que Mirko me había descrito. El cartel que reza "Teknoseñal" con luces de neón azul brilla como si fuera un fantasma en medio de dos enormes tiendas departamentales.

—¿Qué esperabas? El dueño es como nosotros —me dice, encogiéndose de hombros.

Entramos y su amigo nos recibe con una sonrisa de oreja a oreja.

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