Las campanas estruendosas de Las Academias anuncian el final de las clases.
Mirko me sigue con paso lento, mirando a su alrededor como si no debiera estar allí. Sonrío y se me olvida todo lo malo, él frunce el ceño y duda de lo que está ocurriendo.
Me acerco lo más rápido que puedo, casi corro. Tomo su mano y lo arrastro tras de mí. Siento que mis pies se despegan del asfalto, todo puede esperar.
—¿Me vas a mostrar quién es? —pregunta cuando hemos cruzado la calle, empezando a detallar los rostros de todo aquel que pasa. Yo me río
—¿Mostrártela? Mirella no es un objeto, —Niego con la cabeza, disminuyendo la velocidad— ¡te la voy a presentar! Ya verás que te cae de maravilla.
Y de pronto somos amigos de nuevo, como si no hubiera ocurrido nada malo.
—No creo que sea buena idea.
—No te entiendo, ¿no querías conocerla?
—No, solo saber quién era. Es mejor que aproveches y le hables de lo que estábamos conversando —Siento un halón en mi mano, se detiene. Volteo a mirarlo— Yo no pinto nada ahí, lo que haría sería incomodar.
Está viendo el suelo, me enternece. No parece asqueado, sino temeroso. Puede que haya sido un poco abrupta en juzgar su recelo hacia los humanos.
«¿En realidad les tiene tanto miedo?»
Lo abrazo, está ruborizado.
—Mirella es genial y le he hablado mucho de ti —Intento tranquilizarlo—. Le vas a caer bien. Además, no podría dañar a una mosca.
Antes de que pueda decir algo más escucho la risa más perfecta de todas justo tras de mí, suelto a Mirko y me volteo.
Ahí está, con el cabello mal amarrado, sudada, bostezando y caminando sin ver donde pisa por estar pendiente del celular.
—Cierra la boca —Me susurra él al oído y empuja mi mandíbula hacia arriba con sus dedos.
Hago señas con las manos y grito su nombre, ella sube la mirada y corre hacia mí, sonriendo.
—¡Mira esto! —dice cuando se acerca, mostrándome la foto de un hombre gritando, dos palillos y un montón de ratones en la pantalla de su teléfono— ¡¿Entiendes?!
Yo intento analizar la fotografía, pero al final me encojo de hombros.
—¡Son churros...! ¿No? —exclama, como si eso lo respondiera todo— ¡Son dos churros peleándose por un Linkin Park con ratas de fondo! Es lo mejor de la vida.
—No entiendo —río nerviosa, ella refunfuña y guarda el celular.
—Es que no tienes contexto —Mientras habla hace puchero y se ve tan tierna que me provoca arrancarme el corazón para dárselo en este mismo instante.