Mi pecho se ha convertido en el último de mis problemas, quedó relegado con la desesperación de saber que nada es real.
«¿Cuándo fue la última vez que comí?»
Los mareos no han hecho más que aumentar. Estos últimos días no puedo moverme por mi propia voluntad, con mis fuerzas. Es el agua quien me ayuda, me transporta, me calma, me duerme. Ahora mismo, es lo único que me impide estar acostada como un vegetal, sin siquiera pestañear.
«¿Para qué?
¿Por qué tengo que seguir, cuando mi vida es una mentira?
Quizás ni siquiera se han percatado de mi ausencia.»
Conociendo a Mirko, supongo que habrá ido a visitarme a casa, lástima que tenga días sin ir. De todos modos, no tengo ganas de verlo. Ni a él, ni a nadie. No estoy lista para preguntar, porque descubrí que no me gusta saber la verdad. Las respuestas duelen, no me siento preparada para ellas.
«Hubiera preferido vivir en mi burbuja, supongo que ya había crecido demasiado.
Y se reventó.»
Toso, no quiero ver mi reflejo, es una suerte que aquí no haya espejos.
Una corriente de aire me envuelve, pasa a través de lo que alguna vez fue una ventana. Siento mis mejillas hundidas, no quiero pensar en todas las cosas que en este momento tengo en común con los demás. Cada vez me cuesta más respirar.
Solo la lluvia, cayendo intermitente, me calma. Su sonido me consuela, mi amiga, mi única amiga.
He visto sombras intentando entrar por las ventanas, las gotas son las únicas que las mantienen afuera. Forman una barrera protectora que me mantiene a salvo de los peligros de lo que viene del abismo. Y es que parece que todas salen del punto en que Ella decidió lanzarse.
Miro el jarrón de vidrio con el agua violeta, y le sonrío sin hacerlo en realidad. Nadie la extrañará, como tampoco me extrañarán a mí. La dejo salir y me rodea, se posa en mi regazo. Si tan solo tuviera rostro, si pudiera asegurarme de que al menos se siente feliz estando conmigo. Supongo que tengo una nueva mascota.
«Avins, humanos.
Todos mienten.
El agua es lo único que ha permanecido auténtico.»
—Verdad —susurro, y reacciona—. ¿Te gusta ese nombre?
Casi puedo ver que asiente, reluce y sé que esa es su forma de sonreír. Toso de nuevo, quizás todo está perdido, quizás nada importa. O puede que exista una ventana, diminuta, de esperanza.
Tomo el jarrón y lo lanzo al suelo, Verdad se estremece, yo la rodeo con mis brazos y me empapo. Debe haberse sentido encerrada durante todo este tiempo, por haberla estado ocultando del mundo. No más.
Me pongo de pie, intento hacerlo rápido pero se me va el aliento. Verdad se enrolla en mi pierna. Está bien, feliz.
«Al menos una de las dos se siente así.»
La lluvia disminuye un poco, pero no termina de escampar. ¿Lo ha hecho en estas últimas horas? ¿En estos dos días? Mientras camino veo los charcos en el suelo, gran parte de la casa está inundada. Antes de salir doy una última mirada hacia afuera. Veo el borde del acantilado, como si fuera un fantasma, con las sombras acechando.
El agua entra y me lleva, no me hace falta mover los pies. No quiero tocar más el suelo. Salgo de la casa, flotando y miro a mi alrededor. Quizás no ha parado de llover, es como si el agua sintiera mi pesar y bajara de las nubes a consolarme. Verdad está aquí, conmigo, enredada en mi torso. Flotamos juntas hasta el otro lado de Aldoba. Entre los árboles, sobre los techos.
Las calles están llenas de agua, Ella me habló de un lugar similar, la ciudad de los canales. No está muy lejos.
«¿Se habrá inundado también por el pesar de algún avin?»
Flotar con las gotas es mucho más rápido que caminar, ni siquiera recuerdo por qué me gustaba hacerlo antes.
Toso, el agua a mi alrededor se vuelve rosa, se mancha de gotas rojas que desaparecen mezcladas con las otras. Sé a donde estoy yendo, aunque no quiero admitirlo, era inevitable. La lluvia continúa protegiéndome.
«¿Verán al cielo los humanos cuando paso sobre ellos? ¿Pensarán que soy una súper-heroína como las de las historietas de Mirko?»
En algún punto escucho la campana de una bicicleta, aunque sé que es imposible que sea él. ¿Sabrá lo mal que me ha hecho sentir? ¿Sabrá que lo extraño?
Siempre pensé que era mi mejor amigo, y Ella mi mejor amiga, y que todo estaría bien. Verdad se acurruca, al menos la tengo a ella. Resplandece, queriendo ayudarme, mostrándome que voy en la dirección correcta.
Estoy aquí y me congelo. Las gotas me depositan en el suelo y camino sobre el agua que lo cubre. Pequeños charcos que se hacen grandes.
«¿Por cuánto tiempo ha llovido ya?»
Las nubes me buscan, quizás están llorando también, adoloridas.
Tengo sueño, mucho sueño, de nuevo.
Miro hacia abajo y por primera vez en un par de días observo mi reflejo, oscurecido por el barro que hay debajo. Bolsas negras bajo mis ojos, hundidos. Parezco un esqueleto. Miro mis manos con la piel arrugada y manchas en ellas, estoy temblando. Mis labios se ven resecos, paso mi lengua por ellos y me arden. Una lágrima se escapa de mis ojos pero desaparece entre las gotas, como la sangre que tosí hace rato.
«Quizás me estoy muriendo.
Puede que sea lo mejor.»
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¿Qué le está ocurriendo a Elara?
¿Habías visto a un avin con manchas en las manos antes?
Este es el momento de la historia en donde más nos necesita, ¿me ayudas a ayudarla?
¿Qué le dirías si pudiera escucharte?
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