30: Busca el azúcar del ayer

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¿Cuántos días han pasado? Antes, cuando el tiempo se detenía, era porque todo se volvía hermoso

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¿Cuántos días han pasado? Antes, cuando el tiempo se detenía, era porque todo se volvía hermoso.

Se detenía porque yo quería que lo hiciera, para atesorar momentos, sonrisas. Ahora no pasa, porque ni siquiera a él lo tengo de mi lado. En un abrir y cerrar de ojos, mis aliados se esfumaron.

Mirko esconde algo. Mirella me evita. Cutler parece un cadáver viviente. Madre tiene reuniones a escondidas.

Ya no hay neblina.

Ya no hay nadie, nada.

«No sé si noten mi presencia, tanto como notaron mi ausencia.»

Pasarme todo el día en el Edificio Principal se siente extraño, tomando en cuenta que las últimas semanas no hice nada más huir de allí.

«¿Con quién hablaba antes de que todo esto ocurriera?»

No puedo creer que Mirko es mi único amigo, y Theo casi por asociación.

«¿A dónde se ha ido Estela? ¿Dónde está Penélope? ¿Por qué tengo la piel resquebrajada pero ya no me duele el pecho?»

Me río, pero de tristeza. Hasta el dolor me ha dejado.

«¿Habrán estado enfermas? ¿Tendrá Cutler lo mismo que yo?»

Corro a verme al espejo, pero no noto mis ojos más hundidos de lo normal. Sé que Mirko sabe que los estaba espiando, de seguro los tres lo hacen. No me ha hablado del tema, y yo no he tenido el valor de ello.

«¿Por qué de pronto todos guardan secretos?»

Me siento como si, en el fondo, existiera una verdad compartida a la que no pertenezco.

Suspiro y salgo del edificio, sé que mi presencia ni siquiera es necesaria ahora mismo. El cielo está nublado, pero no pasa nada más allá de eso. Lleva días así, oscuro, casi negro. Las nubes acechan, pero no tienen el valor suficiente de llover sobre nosotros, son un poco como yo. Camino hasta el riachuelo, lejos de la gente, porque de pronto los aborrezco a todos. Me duelen, no en el pecho sino en el alma.

Juego con el agua, la levanto frente a mis ojos y la hago rodearme. Hace frío, mucho frío. Sin saber por qué, siento escalofríos, y a través de mi cilindro de agua puedo jurar que veo una silueta mirándome detrás de los árboles.

El agua cae al suelo y se dispersa. La figura se aleja, pero sigo viéndola. Entonces comienzo a correr sobre el riachuelo. Mis pies ni siquiera chapotean, se deslizan en el agua, impulsados por la corriente. Se aleja, pero no demasiado, casi como si quisiera conducirme hacia algún lugar.

Y yo no tengo más nada que perder, en el fondo espero que sea el infeliz que le ha arruinado la vida a mi Ella, el que la siguió desde Las Américas y le ha prohibido ser amiga de una avin.

Quizás lo último no sea la verdad, pero duele menos que la alternativa.

Así que corro más, por minutos, una hora. Rodeo la ciudad, esa que ni siquiera quiere verme. Corro por las afueras, entre los árboles, alejada de todo. Hasta que escucho voces, risas, y sé que llegué. La silueta desaparece, como si nunca hubiera existido y, de pronto, estoy en la playa.

...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora