—¿Hace cuánto tiempo ocurrió lo de Estela? —No reconozco la voz del otro lado de la puerta.
Hay silencio, la respuesta tarda en llegar.
«¿Estela? ¿Qué ocurrió?»
Miro la cubierta de mi teléfono, es lo único que tengo que me recuerda a ella. Nunca me puse a pensar en dónde se habría podido meter, he conocido avins que vienen y van y sé que Mirko viene de afuera pero, ¿a dónde van los demás?
—Allá todo está peor, era cuestión de tiempo que llegara a Aldoba. —Apenas logro obtener fragmentos de la conversación— Aunque sea una ciudad pequeña, es inevitable.
—¿Sabes si se ha esparcido más? —Doy un respingo cuando la voz plateada de Madre se cuela por debajo de la puerta.
—Supongo que es cuestión de tiempo, la gente viaja a cada rato y es muy contagioso. —La presencia de la madre de Mirko en Sub-Rosston me confunde incluso más—. I hope it takes a while...
El agua lila que me rodea las piernas se agita y me recuerda que no debo estar escuchando conversaciones ajenas. La miro y sonrío, porque desde hace días casi parece querer hablarme, eso es lo único que le falta.
Sé que no es peligrosa, no puede serlo. No tiene nada de malo sacarla de vez en cuando, y sabiendo que lleva un par de días acompañándome estoy lista para comentarle a Madre que puede dejar de estar confinada al otro lado de la ciudad.
Le pregunto si ya decidió contarme qué es, si una sirena o el fantasma de un pirata. Ella solo me responde subiendo hasta mi mandíbula y besando la herida que ha quedado de recuerdo desde el sábado pasado. Me agito, la había olvidado, aunque en el fondo no pudiera dejar de pensar en ella.
Casi una semana y todavía no se nada de mi sirena. Después de la llamada llorando no existieron maneras de contactarla. Mi teléfono murió, Theo confirmó lo que suponía ya, era un virus. No tuve que pensar mucho para saber quién había sido, justo antes de que por fin diera señales de vida.
La película que Mirko se arma en la cabeza cada vez tiene más sentido. Quizás no es culpa de mi sirena, sino del psicópata/acosador/loco/extraño que la viene siguiendo desde que se marchó de Las Américas.
Cada vez siento más que está en peligro. Es por eso que no he vuelto a intentar contactarla, ¿y si empeoro la situación hablándole?
Algo no encaja, lo puedo sentir y mi pequeña amiga siente lo mismo, porque intenta reconfortarme. Aunque sea solo una masa acuosa, siento que me comprende.
La herida en la que besó me pica, intento rascarme pero más bien logro hacer que sangre de nuevo.
«¿Por qué estaré tan débil?
¿De dónde salieron estas manchitas en mis manos?»
Ni siquiera mi cuerpo ha querido cooperar conmigo.
Yo sabía que no era buena idea dejar que Mirko me curara.
«¿Dónde se metió Cutler? ¿Dónde está todo el mundo?»
Guardo la masa de agua en una botella y la meto en mi bolsa, no puedo permitir que Marco me vea rondando por allí y me amenace con decirle a Madre que la he sacado de su escondite.
Bajo las escaleras con una inhalación profunda, y me fuerzo a no seguir escuchando conversaciones ajenas.
Intento evadir cualquier avin que pueda cruzarme, pero es imposible. Tiemblo mientras cierro los ojos, los escucho hablando y paso de largo, hasta que mencionan mi nombre. Los avins pueden ser tan crueles como los humanos.