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El mundo está detenido.
Las gotas flotan en el aire, a mi alrededor. Tiemblo, ¿por qué? Mis labios están agitándose, como si tuviera frío, pero me asfixio.
Tengo la garganta reseca, me arde. Intento aclararla, me está quemando. Trato de tomar agua y no puedo, sigue suspendida en el aire. Los sonidos que salen de mi garganta me parecen lejanos, sin sentido.
De hecho, nada tiene sentido. ¿Cómo lo tendría?
«Los avins no tienen pesadillas.»
Mis párpados se queman, se sienten gomosos, al igual que mi sangre en este momento. Entonces se cierran y los obligo a abrirse, algo no anda bien.
«Nada anda bien.»
Este dolor en mi pecho tiene nombre, apellido, número de teléfono y siete llamadas perdidas. No ha contestado ninguna de ellas, pero no lo ha apagado.
Está esperando que la llame, lo sé, me lo dice sin decirlo.
Quiere estar conmigo, porque sí, no hay otra explicación.
«¿Pero por qué no lo está?
¿Hice algo malo?
¿Fui muy insistente?»
Muerdo el interior de mi mejilla. No quiero pensarlo, aunque sea inevitable. Intento abrazarme, pero no es lo mismo, no son sus brazos los que me reconfortan.
«¿Se arrepentirá?
Porque yo no.
Jamás me arrepentiría del momento más feliz de mi vida.»
Quedo sin fuerzas y las gotas se deslizan hasta el suelo, un charco se forma a mi alrededor, aún sin tocar mi piel. Demasiado cerca y a la vez tan lejos, como todo en mi vida.
Tomo el teléfono y abro los ojos, marco los números sin pensar, ni siquiera tengo que verlos, me los sé de memoria.
Escucho del otro lado, hay ruido en el fondo. Disparos, gritos, hacen que me duela la cabeza. Una conversación entre dos personas en el, ¿por qué siempre ve películas con tanto volumen?
—Ellie, ¿todo bien?
Y no puedo más, arranco a llorar de nuevo.
No sabe qué hacer, y lo entiendo, yo tampoco lo sé. Viene para acá, lo escucho hablar con alguien más, reconozco la voz. Balbuceo algo que ni yo misma puedo entender pero él sí. Se despide de Theo al otro lado de la línea y me pide que le siga hablando, como si tuviera miedo, pero yo soy la que está asustada.
Quedo sentada en el suelo con el círculo húmedo secándose a mi alrededor, y así me encuentra Mirko.
Chapotea cuando abre la puerta de mi habitación, ladeo la cabeza y me doy cuenta de que se ha inundado, ¿en qué momento?