33: Escuda mis ojos del dolor

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Yo antes no era de las que escuchan detrás de las paredes.

Suelo confiar a ciegas, creo en lo que me dicen, no me meto en donde no me llaman. Quizás por eso es que a todos se les hace tan fácil engañarme. Sufro por mi inocencia, mi estupidez, si tuviera dos dedos de frente sabría que el mundo no es tan bello como creo, que si todos actúan extraño es por una razón.

Pero es justo ahora que me estoy dando cuenta de la verdadera extrañeza de las cosas.

Yo no quiero hacerlo, no me gusta. ¿Por qué no podrían decirme ellos lo que esconden, de una vez por todas? Las ganas que tenía de suplicarle ayuda a Madre se desvanecieron en el aire, como las cenizas de papel, como la espuma de un mar que dejó de ser mío.

«¿Qué haría un verdadero espía en este caso?»

Si me quedo allí cualquiera podría abrir la puerta y descubrirme, tengo que esconderme, pero seguir escuchando.

Me acerco a la biblioteca junto a mí y abro la puerta, nosotros no solemos usar llaves, se supone que no tenemos nada que esconder. Voy a la pared que se conecta con la oficina y me siento en el suelo, con la oreja pegada a ella. Las estanterías me cubren, la luz está apagada, incluso si alguien entrara podría pasarme por alto.

«De todos modos los últimos días todos lo han hecho.»

—Cada vez es peor, esta vez la chica estaba peleando con el padre. —Mirko, mi dulce Mirko, mi mejor amigo.

Siento un puñal atravesando mi corazón. ¿Cómo no pude haberme dado cuenta? Él es quizás la única criatura en la faz de la tierra que puede resplandecer en la noche de ese modo, cambiar de forma, ir tan rápido. Pero si se supone que los superhéroes usan sus poderes para el bien, ¿por qué hace esto?

—No hay nada que podamos hacer. —La voz plateada de Madre atraviesa la pared, siento que me busca y aguanto la respiración aunque sepa que no es verdad—. Solo esperar a que acabe.

—La niña ya destrozó una comunidad entera, ¿esperas que esta sea la próxima?

«¿Qué hace Marco allí, en la conversación?»

Se callan por unos segundos, ¿a quién se refieren?

—Bueno, al terminar este año se irá a estudiar afuera —susurra el que pensé que era mi amigo y mi corazón se arruga. Sabe todo, tanto. ¿Cómo? ¿Por qué?

«¿Habrá estado mal que me desahogara con él? ¿Que le contara sobre Ella?»

—Pues es tu deber como vigilante asegurarte de que dejen de estar atadas antes de que suceda.— Ya la voz plateada se ha tornado negra, viscosa, repulsiva.

Madre.

Minutos antes quería venir corriendo a llorar con ella y contarle la verdad, juraba que me comprendería. Descubrir que ella es la que está detrás de todo me marea. Y Mirko, ¿un Vigilante?

—Yo puedo hacerlo. —Habla con voz carrasposa, casi puedo ver su parche vibrando cuando mueve las mejillas.

—Tú eres muy drástico. —Lo corta ella— Por ahora, Mirko seguirá con la asignación.

—¡¿Drástico?! Drástico es quemar tu casa entera y hacerlo parecer un accidente. —Sus palabras me golpean, una a una, cada vez más fuerte.

Quiero pedirles que se detengan, que me den tiempo de entender, de asimilar las cosas. Pero no puedo, y aunque lo hiciera, ni siquiera me saldría la voz.

«De todos modos no es real, no puede serlo y de seguro el sonido no se transmite del todo, me he comido algo, lo que sea. Porque esto no puede estar pasando.»

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