El cielo está naranja y se va haciendo hora de despedirnos. Ella no quiere volver a casa y yo no quiero volver a estar sola. La última vez que tuvimos un día como este teníamos once años, y a pesar de ello parecen no haber pasado más de veinticuatro horas desde ese momento. Extrañaba correr entre las ramas de los árboles mientras ella me perseguía en el suelo, entrar a escondidas a los invernaderos y comer la miel fresca sin que nos descubrieran.
Quisiera comprar helado y jugar en la terraza como antes, pero algo me dice que no sería muy buena idea entrar a su casa, después tanto tiempo, así como así.
De todos modos estoy cayéndome del sueño y, por lo visto, ella también. Se apoya de mi hombro mientras caminamos bajo los techos salidos de los locales por los que vamos pasando, apenas llovizna.
Nuestros pasos cada vez son más lentos, pero ni eso ha podido evitar que lleguemos a la esquina en la que comienzan las colinas antes de que anochezca. Recuerdo su casa en la cima de la tercera, los ladrillos y el techo oscuro, el kiosko en el jardín y el olor de la barbacoa los tres veranos que pasamos juntas. Comenzamos a subir sin quererlo, agotadas. Otra cosa que no ha cambiado, es que nunca es suficiente para nosotras.
Sí, ha sido uno de los mejores días de mi vida, pero no puedo tolerar que tenga que acabarse.
En un intento por alargar unos segundos más esta experiencia perfecta, salto sobre uno de los charcos que están formándose en el suelo junto a nosotras y empapo a Mirella. Ella grita, me mira con ojos de rabia fingida y luego me devuelve el favor.
Ya no hay techo, de todas formas habríamos quedado empapadas.
Aprovecho para tomar ventaja y saltar sobre las gotas, termino en un balcón y Ella gritándome que me baje de allí, mirando a los lados para cuidarse de si alguien se asoma, muerta de la risa. A este punto me sacudo de nuevo los miedos, dentro de un par de horas de todos modos volverán.
De momento me limito a pensar que mañana después de las cuatro la cosa seguirá igual, porque es cierto, no es como si su Academia fuera a cambiar algo.