Lover Boy // EruRi (Titanic)

008

Capítulo 8:

Un mal rato.

Nunca se había considerado bueno para lidiar con sus emociones, la mayor parte del tiempo parecían dormidas, por lo que al apenas experimentarlas debían ser liberadas para que estas no le ahogaran: Enojo, desagrado, asco; eran las más comunes que solían llegar a su ser, pero aquello... Lo que le generaba Erwin Smith ¿Cómo se suponía que debía lidiarlo?

Al dejar pasar las horas tocó el violín, reorganizó su maleta, la de Isabel, también la de Furlan que permanecía cerrada con un seguro el cuál consiguió desatornillar para poder reacomodar el contenido dentro, aun así, ninguna de esas actividades le sirvió de mucho.

Entonces, tuvo que asumir que lo mejor era ir a buscar a Smith y devolverle aquella chaqueta, debía cortar con él cualquier posible lazo, era ridículo que un completo extraño le estuviera dando tantos problemas.

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Se dirigió a la cubierta de primera clase, allí tuvo que tragarse la indignación que le generó sentir las miradas acusatorias, los cuchicheos indiscretos y el aire de superioridad que por todos lados se podía respirar, volviendo el ambiente denso.

-Ey.- Escuchó a sus espaldas y al darse media vuelta reconoció de quién se trataba, ese hombre exageradamente alto era uno de los acompañantes de el escritor y el abogado odioso, el mismo que lo había sujetado para no acuchillar al último mencionado.- Yo te conozco ¿Qué haces por aquí?

-Estoy buscando a Erwin Smith.

-Comprendo. -Miró de reojo la prenda que el más bajo llevaba entre las manos.- Su camarote está al final del pasillo, pero no te garantizo que te abra la puerta.

Levi asintió y continuó con su camino.

-De nada. –Mumuró Mike con sarcasmo, mientras el pelinegro avanzó sin inmutarse.

Una vez frente a la puerta aguardó y tras tomar valor, la golpeó con suavidad.

-Ya voy. -Escuchó del otro lado la voz de el habitante temporal de aquél camarote y su corazón palpitó con fuerza.

Al abrir, Erwin pareció perplejo de verlo, llevaba una bata, debajo seguramente nada puesto y entonces, lo notó, estaba despeinado, sudoroso y con aquél característico olor que le revolvía el estómago, comprendió: Smith estaba con una prostituta.

No pudo hablar, sólo retrocedió y se marchó con rapidez, necesitaba aire fresco, necesitaba sacarse aquella repugnante imagen de la mente, se sentía asustado, se sentía como cuando era un niño.

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Se alejó hasta la zona menos concurrida del barco, en dónde aferraba las manos al barandal y miraba fijamente hacia el mar, esperando que la brisa pudiera devolverle la lucidez. No supo cuanto tiempo estuvo allí, pero en algún momento Erwin hizo presencia.

-Levi. –Lo llamó.

-No te me acerques. –Advirtió en respuesta.- Te lo conté, te conté que mi madre era prostituta Smith. No te quiero cerca con ese olor, me repugna, no lo tolero.

-Lo lamento... -Murmuró el rubio apenado, arrepentido, sin saber qué más hacer o decir.

-¡No lo lamentes! –Se giró para mirarlo con rabia.- ¡Soy un maldito raro! ¡No he podido acostarme con ninguna mujer en toda mi vida! Yo oía a mi madre con los cerdos que la contrataban y me daba miedo, ella me decía que me sentara mirando a la pared, que no me girara, que no escuchara, pero por más que cubriera mis oídos no podía ahogar los sonidos y era horrible. –De pronto empezó a sentir los ojos llenos de lágrimas.- No me gusta que las mujeres se me insinúen ¡Me asusta que lo hagan! ¡Soy un maricón, soy un maricón que no puede hacer lo que un hombre normal sí! –Se cubrió el rostro con las manos y comenzó a sollozar.

Erwin no podía tocarlo, si lo intentaba solamente empeoraría las cosas, así que tomó la chaqueta y la colocó sobre la espalda de Levi quién por reflejo llevó las manos a sus hombros para que no se cayera, apartándolas así de su cara. Erwin lo miró y siendo consciente de lo insensible que podría sonar, de todas maneras preguntó:

-¿Por qué no me apartaste la otra noche, entonces?

El más bajo abrió los ojos al saber en su cabeza la respuesta.

-Porque tú no me asqueaste... Hasta ahora. –Agachó la mirada y hundió la nariz en la prenda cerrando los ojos.

-Si me doy una ducha ¿Podríamos hablar y fumarnos un cigarro juntos?

-Sí, pero no te me acerques demasiado... Por favor.