Capítulo 7

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Enfrentamiento

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En lo alto, en lo mas alto de los cielos, en medio de nuestra galaxia, pero a una significante distancia del ardor del sol, se encaminaba una hermosa diosa de cabello rojo, Pangea.

- Señor Sol – anunció su llegada llamando la atención del gran Dios.

Un hombre alto, corpulento, de piel bronceada, casi dorada al igual que sus ojos que tenían la pupila ardiendo, cabellos largos de oro, y detrás de él, unos destellos que siempre le acompañaban.

EL DIOS SOL.

- Que necesitas – dice aun dándole la espalda a Pangea – Espero que sea algo de suma importancia.

A Pangea le duele la indiferencia con la que la trata el gran Sol, pero lo pasa por alto y mantiene su porte tranquilo.

- Es el Oráculo señor – menciona – Estos últimos días ha sufrido cambios ridículamente extraños y fuera de lo normal –

- ¿Y que hay con eso? – dice como si nada.

- ¿Usted lo hizo? – pregunta intrigada Pangea.

Sol la ve por el hombro sin girarse por completo y asiente.

- Si – suelta a lo seco.

- No lo entiendo señor, primero empieza todo con normalidad, después quita la primavera y el verano para después regresarlo a la normalidad – explica.

Lo ultimo desconcierta al gran Dios, que hace una mueca y se voltea por completo, dejándose ver en todo su esplendor.

- Yo no volví a restablecer la primavera ni el verano en el Oráculo – dice molesto – No digas incoherencias mujer – espetó

- Le estoy diciendo lo que vi – Pangea se cruza de brazos - ¿Qué es lo que planea con todos estoy cambios repentinos? –

El dios sol vuelve a darle la espalda.

- Retírate Pangea, yo me encargo del orden y los demás deben de seguir el Oráculo sin preguntas ni protestas. –

Pangea decide no darle mas vueltas al asunto, y se da la vuelta alejándose del Sol.

- ¿Qué planeo? – el Sol sonríe de lado – Terminar lo que comencé hace años – Dice con rencor apretando sus puños.













- ¿Qué planeo? – el Sol sonríe de lado – Terminar lo que comencé hace años – Dice con rencor apretando sus puños

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Por otra parte, en las cordilleras del Ecuador, yacían dos jóvenes dioses viendo la mañana. Uno enamorado y el otro, pues no estaba enamorado.

- Esta vez el eclipse se vera desde el centro – comenta el mexicano.

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