Capítulo 24

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Daños
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Daños ~•••~•

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~•México •~

Cuando se gira a mi y lo veo, solo quiero una cosa:

Quiero besarlo de nuevo.

Y mis deseos de hacerlo se incrementan cuando se acerca a mí, ni si quiera escucho lo que dice y tampoco razono lo que digo.

-Bésame – y es ahí cuando me doy cuenta que mi corazón ha tomado el control de mi cerebro y acciones.

-¿Qué? – un poderoso rubor alberga su rostro con su ceja arqueada.

-Bésame – le repito — junta tus labios con los míos otra vez… -

Se queda atónito en su lugar, mi corazón me hace ser impulsivo y cuando menos me doy cuenta ya estoy a unos centímetros de él. No reacciona, parece que se ha bloqueado.

-Oh que la chingada – refunfuño no sin antes notar que la llovizna ha cesado y detrás de nosotros un arcoíris con brillantes colores se ha formado.

Doy un brinco ya que ponerme de puntitas no será suficiente para alcanzar sus labios, enredo mis brazos en su cuello ágilmente y atrapo su labio inferior, para después, envolvernos en un beso. Un tierno beso que se torna apasionado cuando rodea y aprieta mi cintura a él, es como si nos hubiésemos necesitado todo el tiempo.
No necesita que me diga que siente lo mismo que yo, la forma en que sus labios viajan en los míos lo dice todo.
Siento miles de sensaciones fantásticas en ese momento, pero una en especial comienza a proliferar todo.

De nuevo esa maldita sensación que me quema vivo por dentro, tan horrible que siento una daga enroscarse en mi cuello. La triste lluvia se descontrola, y caen rayos fuertes a lo loco.

Sepárense ahora mismo! -
Rusia y yo nos separamos, nuestros ojos se fijan en los del otro aun sin saber porque pasa eso. Mi vista baja a sus labios que tienen restos de sangre fresca, me toco la boca y tengo sangre por toda ella.

Pero después todo es peor cuando vemos a Pangea detrás de nosotros muy molesta, y detrás de ella yacen varios arboles tirados, el pasto se ve horrorosamente seco y un nido de pájaros muertos esta a sus pies.

-No se vuelvan a tocar – dice entre dientes. Nosotros nos quedamos atónitos en nuestro lugar – No ven que le hacen daño – farfulla extendiendo su mano a nuestro alrededor. Pareciese que un meteorito cayo en el sitio, pero tan pronto como nos separamos, su aspecto volvió a la normalidad.

Encontrarte Otra Vez ||R u s m e x||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora