Capítulo 3

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Luna Nueva
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México se quedó en el hemisferio sur, ya no tenía caso que fuera al norte, se encontraba aun muy desanimado. Pasó de estar en las cordilleras al archipiélago, ya estaba atardeciendo y no faltaba mucho para el anochecer. Se recostó cerca de las costas de este, esperando la luna nueva para admirarla.

El sentía una conexión con ella, aunque nunca la vió en vida terrestre, podía apostar a que fue muy hermosa.

Solo faltaba una luna llena y media mas para que el próximo eclipse se diera. Cuando eso sucede, la señora luna despierta y merodea en sus cráteres esperando la llegada de su querido y amado Sol. México siempre ha sido testigo de ese fenómeno, ve a lo lejos como el Dios Sol trata con ternura y delicadeza a su querida luna.

Nadie, ni si quiera un Dios se debe acercar, pues la energía entre esos grandes dioses es tanta, que sería muy peligroso, además de que El dios sol es muy celoso y sobreprotector con su amada.

Al termino del eclipse, ambos amantes eternos se alejan, sigue el ciclo de la orbitacion y la luna vuelve a dormirse abrazándose así misma, los destellos del sol se dejan ver como nunca nuevamente, pues contento se pone después de ver a la dueña de su alma.

Eso entristece y alegra al mismo tiempo a México.

- ¡Che! – una pequeña ola de agua salpica al mexicano sacándolo de sus pensamientos. - ¿En que pensas boludo? –

México frunce el ceño disgustado por el atrevimiento de su medio hermano y procede a insultarlo con su voz de mente.

- Ni me digas nada che', te llevamos hablando desde hace rato y tu nada que reaccionas – se queja el argentino.

- Perdónanos weon pero nos vimos en la penosa obligación – se disculpa sarcastico el mitad reptil.

Argentina es el medio hermano mayor de México, dios y señor de ríos, lagunas y lagos, hijo de España e Italia diosa de la riqueza y prosperidad. Posee un cuerpo atletico, color de piel media, cabello cajeta largo amarrado en una coleta baja y ojos amarillos

Ambos, tanto México como Argentina, son dioses descendientes de la mas alta casta, en cambio Chile, es un ser fantástico, Acito.

Su madre era una lacita, mujer lagarto, y al aliarse con España, un dios de origen, nace la variación de Chile, Acito:
La parte superior tenía un aspecto humano y en la inferior una bella y hermosa cola de lagarto que brillaba en el agua y cuando la luz del sol le tocaba. Uno de los seres extraños mas sensuales y bellos, cabe recalcar que el era la envidia de las demás lacitas, pues su sangre era aún más pura y divina.

Vaya que España no perdió el tiempo, pero, en fin.

México soltó un suspiro aliviado de que solo fueran ellos y no otra cosa.

- ¿Ustedes que hacen aquí? – pregunta desconcertado el mexicano – No es su área de estadía –

- Y esta tampoco es la tuya boludo, deberías estar en el norte, no en el sur – comenta Argentina sentándose a lado de México.

- Cállate, ni me lo recuerdes – México se vuelve a tirar al suelo.

- Entonces Perú no estaba exagerando – dice Chile con una sonrisa.

México gruñe, le dieron en el ego.

- Si tanto te molestaba te lo hubieras comido boludo – recomienda inteligentemente el argentino.

- No, no pude, llego Pangea y todo se fue por un cometa –

- También te hubieras comido a la weona esa, para que se mete en lo que no le importa –

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