Capítulo 11

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Dudas
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La tormenta trastornaba los ahora oscuros y negros cielos, solo los constantes y destellantes rayos iluminaban el hemisferio norte, donde se encontraba Rusia, causante de todo este revuelo climático.

México miraba desde lejos la tormenta, decidió no interferir más, pero si el Oráculo llegaba a cambiar por gracia divina, el estaría ahí. Cuando vió que la calma comenzaba a albergar en el diluvio, pasando de una tormenta a una tenue llovizna, sonrió, puesto que, esperaba con ansias ver al arcoíris.

A Rusia también le encantaba ser el responsable de este colorido fenómeno, era como la cereza del pastel; un arco multicolor no tardó en hacerse presente haciendo más vivo el nublado cielo.

- ¿Ya te dije que esa es mi parte favorita de todo tu diluvio? – México descendió sin aviso detrás del ruso.

Al ruso le dio un pequeño espasmo en el pecho por la inesperada llegada del pequeño castaño, se giró a el con una cara neutra que relajó a los segundos.

- ¿Lo ves? – cuestiona el más alto con una cara ya más amigable.

- Sip – el mexicano asiente varias veces.

El más alto sonríe internamente por el "Sip" del moreno, pues le pareció tierno de cierta forma que remarcara la "p" al final.

- Solo que era ignorante de que tu eras el responsable – eleva las comisuras de los labios.

- Perdón por interferir en tu trabajo – se disculpa sincero el ruso ladeando su cabeza levemente.

- No te preocupes – dice México para quitarle un peso de encima al de cabellos nieve – Además, tampoco me quedo como un inútil, también me encargo de que los animales y mujeres se reproduzcan correctamente – se encoge de hombros restándole importancia.

- Ya veo – dice cortante el ruso volviendo su mirada al arcoíris.

- ¿Puedo? – se acerca México – Siempre he querido saber que sucedería si pusiera mi mano sobre ello – comenta.

Rusia lo duda por un momento, tiene miedo de que algo se pueda salir de control y más por la energía fertilizante del mexicano; pero después de todos los escenarios catastróficos que le pasaron por la mente cae en cuenta de lo ridículos que son y se aparta para que México ponga su mano sobre el arcoíris.

México da un saltito de emoción y ahoga un chillido mudo en la garganta, para después, acercarse al fenómeno óptico-meteorológico.
El mexicano, al poner su mano, causa que los ya vivos colores del arcoíris resplandecieran como nunca, creando entre los limites lineales de ellos subcolores, colores nuevos. El ruso admira como su obra que por si sola es preciosa, brilla aun mas con el tacto de México.

Le fascina.

Sin embargo, se da cuenta de como el moreno se empalidece y sus piernas le tambalean, el mexicano no se inmuta en lo mínimo de lo que le sucede, por lo que Rusia reacciona de inmediato y lo abraza apartándolo del fenómeno multicolor.

México siente un fuerte aterimiento en todo su cuerpo, el aire le regresa a los pulmones, estaba tan hipnotizado por el arcoíris que no sintió ni el más mínimo dolor.

- Oye... - el ruso lo gira a el para verlo de frente - ¿estas bien? – lo tiene tomado por los hombros.

México aun no reacciona, asiente rápidamente sin parar; Rusia nota como el ojo plateado del moreno se torna de un negro sumamente negro a milisegundos, sin embargo, da por hecho que se debe a lo que acababa de suceder.

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