Capítulo 15

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Mentiras
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Mentiras~•••~•

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~• España •~


Amo, odio, me duele la noche.

Es bella, eso no lo niego, pero a mí me duele.

Y talvez me dolerá hasta el fin de esta era.

Mis hijos son los únicos que hacen mi vida más fácil, más llevadera.

En especial mi pequeño México.

Tan alegre, tan testarudo y orgulloso...

Como su madre.

Ella vive en él, lo siento, eso me trasmite.

Aun recuerdo el negro de sus ojos, su piel canela, cabello castaño y sedoso como el de mi querido hijo.

Y su voz...

Su voz es la definición de la perfección.

Conquistaba a todos los oídos con solo una canción.

Solía cantarle una canción a nuestro hijo antes de dormir, su canto aun permanece en mi mente y en mis oídos.

El solo recordar aquellos momentos el alma ardía de dolor.

El porque de mi agonía solo lo sabe mi desdichado corazón.

Soy un mentiroso, fui un mal esposo. El reflejo de la luna plateada se refleja en toda la superficie del mar, no hay lugar donde no la vea, siempre esta ahí. Su reflejo mismo refleja mi error en los mares cristalinos.

Y en los mares cristalinos solo vienen a mi mente los recuerdos, los dolorosos recuerdos.

- Papá – el sonido de la voz de mi hijo en mi mente me saco de mis pensamientos. Me volteé para verlo, se dirigía a mi con pasos lentos. Ya era un hombre adulto, joven, pero yo aun lo veía como mi pequeño, mi pequeño de ojos negros, aunque ya no los tuviera. - ¿Mirabas el mar? – se pone a mi lado.

Estamos en las costas, comienza a atardecer anunciando que se aproxima la noche. Nuestros pies están ligeramente hundidos en las aguas cristalinas del mar.

- Como siempre – asiento volviendo mi vista al cielo - ¿Vienes a que te cuente la historia? – lo ví de reojo elevando las comisuras de mis labios.

Asiente varias veces sonriendo como un niño pequeño. Le indico con la mirada que se siente a mi lado en las finas arenas de las costas y empiezo a relatar.

- Tenía muchos hijos, todos tan diferentes y únicos en su forma de ser y parecer. Sin embargo, quería uno cien por ciento mío; suena egoísta, lo sé, no lo niego, pero era un anhelo de un dios joven que yo poseía. En medio de las cordilleras de las fértiles tierras de Pangea, abrí mi pecho mirando al cielo, al sol. Con el filo de mis uñas, tome un pedazo de mi corazón palpitante y con la fuerza de mis dedos, tome una de mis costillas. Caí de rodillas con las manos en alto ofreciendo la ofrenda de mi cuerpo al sol, al universo. Cerré los ojos con fuerza tratando de ignorar mi dolor por lo que hice con anterioridad, pero al sentir la calidez en las palmas de mis manos, supe que todo mi sacrificio había valido la pena...

Encontrarte Otra Vez ||R u s m e x||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora