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Los rayos de sol entraban por mi ventana dándome los buenos días. Me levanté y entré al baño asegurándome que estaba libre, pasé el pestillo de ambas puertas, luego de asearme, me coloqué una blusa azul de tirantes con un short de mezclilla y calce unas deportivas color blancas.

Bajé las escaleras hasta la cocina, en la isla estaba sentada Diego desayunando cereales con la mirada perdida y Scott estaba a su lado reclamando algo, pero no escuché muy bien.

No sabía cómo mirarle después de lo ocurrido anoche.

—¿Sabías qué era ella? —le preguntó Scott a Diego.

—Lo imaginé —se encogió de hombros.

—Buenos días familia —saludé a los chicos y me senté junto a Diego.

Los azules ojos de Scott se cruzaron con los míos, paso su lengua por sus labios y sus dientes atraparon el aro de su boca y comenzó a jugar con el.

«¿Qué hace?»

—¿Millie y Finn anunciaron una relación? —me preguntó Diego.

—No —fruncí el ceño. 

—Pues entonces no es un buen día.

—Menudas ojeras llevas  —indiqué.

—Estaba poniéndome al día con Strangers, para poder verla juntos.

En el momento que iba a abrir mi boca para contestar papá y Cristina aparecieron por la puerta.

—Ya se conocieron —habló muy contenta Cristina pasando la vista entre Scott y yo.

—Y no ha corrido la sangre —agregó Diego de manera irónica— Aún...

Cristina solo ignoró el comentario de su hijo menor, al parecer todos en la familia estaban adaptados a su extraña manera de ser.

—Si, de hecho... —me puse un poco nerviosa Scott y yo no habíamos empezado con buen pie— Scott y yo nos...

—Acabamos de conocer —me interrumpió con su voz tan ronca y a su vez tan sexy.

—Si, eso quería decir —balbuceo.

Y está fue la primera mentira que compartí con mi hermanastro, no es qué nunca he mentido, tampoco soy santa, pero aquí comienza la primera de muchas mentiras entre nosotros dos.

Sin límites.

—Me debes una —susurró en mi oído sin llamar la atención y se largó.

Me senté en el taburete y comencé a desayunar los mismos cereales de Diego.

—Esto está delicioso.

—Son mis preferidos —me sonrió.

—¿Ya vieron lo hermoso que está el día? —mi padre miró a través de la ventana y rascó su barbilla—. ¿Saben lo que eso significa?

Ni puta idea.

—No por favor —susurró Diego con cara de "no me importa el maldito día" y se llevó ambas manos a su rostro.

—Ya había tardado —intervino Cristina con una media sonrisa.

Mi mirada viajaba de un lado a otro esperando respuesta.

Levanté la mano con la cuchara

—¿Me pueden contar?

—Prepárate para un lindo y familiar día de acampada —bramó con sarcasmo— casi que prefiero cortarme las venas con un tenedor.

—Conmigo no cuenten —apareció Scott en la puerta con una camiseta blanca dejando ver su cuerpo cubierto de tinta y las manos metidas en los bolsillos de su oscuro pantalón.

No Sonrías ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora