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Natacha

Un abrazo de mi madre era justo lo que necesitaba, su aroma, el sonido de su risa, la tranquilidad que me ofrecía. Estar en casa se sentía reconfortante, incluso era como si todo lo ocurrido días atrás hubiese sido un sueño y me ayudaba a qué doliera menos.

— Entonces — mi madre sonríe abiertamente — Te hiciste un tatuaje con el menor de tus hermanastros, te emborrachaste, fuisteis a fiestas y te besaste con una chica.

— Si mamá, tatuaje es con Diego.  — le había contado todo y ahora no me dejaba ni respirar — Nora me besó en un juego y terminé borracha en dos ocasiones.

— Snat te lo regaló Scott — señala al sofá dónde está durmiendo este.

Asiento.

— Mi niña entonces te enamoraste del menor.

— No mamá, del mayor.

— Ah si, si verdad. Que memoria la mía — dice. No la culpo es mucha información. — ¿Te dolió?

— ¡Mamá! — chillo — Te das cuenta de que no estás bien de tu cabeza verdad. 

— ¿Prefieres que te regañe por haber tenido sexo con tu hermanastro?

— No.

— Entonces agradece al cielo por tener una madre tan moderna como la tuya.

— Vale — ruedo los ojos.

Se comienza a reír como una loca desquiciada.

— ¿Ahora de que te ríes?

— Me estoy imaginando la cara y el grito que haría tu padre si se entera.

— Papá no se va a enterar.

— ¿Cómo está él?

— Muy bien — comento — está feliz y Cristina es increíble.

— Me alegro mucho.

— Si, se ven bien juntos.

— Bueno yo voy a dormir Nat, te quiero.

— Yo también te quiero — me da un beso en la frente.

Se va a su habitación, yo recojo a Snat y hago lo mismo. Cansada el sueño me vence. Al otro día siento unos gritos.

— ¡NATACHA! — los gritos de mi madre me despiertan abruptamente — ¡NATACHA!

— Ya voy — me levanto aturdida — no grites.

Bajo las escaleras bostezando y mis ojos se abren como platos cuando lo veo.

— ¿Esté es el del perro, el del tatuaje o el del que te enamoraste? — lo mira, descaradamente — Está muy bueno.

— ¡Mamá! — la regaño — Por favor. Contrólate.

«Mierda»

— Del que se enamoró, creo — habló Scott desde la puerta.

— ¿Qué haces tú aquí — pregunté, irritada.

— Me voy al trabajo — interrumpe mi madre — Natacha.

— ¡¿Qué?!

— Usen protección. Soy muy joven — alardea — Aún no quiero ser abuela.

— ¡Mamá, vete!

— Vale me voy, pero antes — le coge las manos a Scott — Tienes mi permiso y aprobación para hacer lo que quieras con mi hija, menos romperle su corazón.

No Sonrías ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora