24

10.3K 583 35
                                    

Natacha. 

La garganta me dolía por el nudo que se había formado. Las lágrimas corrieron por mis mejillas mientras lo veía alejarse entre la oscuridad. La soledad me abrazaba y el frío envolvía todo mi cuerpo provocando escalofríos. 

Agarré mi teléfono para pedir que vinieran a por mí. 

— ¿Puedes venir a buscarme papá?

— ¿Dónde estás? — pregunta, confundido.

— Ahora te mando la dirección. 

— ¿Estás bien? — era evidente su tono de preocupación.  

— No, no lo estoy papá — suspiré — ¿puedes venir, ya?

— Enseguida estoy ahí cariño. Envíame la dirección.  

Cuelgo la llamada y guardo el móvil en el bolsillo de mi pantalón cuando termino de enviar la dirección. 

Confié en él. 

Me dejó sola.  

Me monté toda una película de Hollywood.  

Me estampé contra la pared... De mala manera. 

Sabía lo ocurrido con su padre, hubiese  preferido no saberlo, pero Cristina confío en mí. Se desahogó conmigo cuando más lo necesitaba, no le iba a dar la espalda.

Pasaron unos minutos hasta que paré de llorar, me acostumbré al silencio que me rodeaba y dejé que mis pensamientos viajaran sin rumbo alguno. 

Unas luces me iluminaron por un momento creí que Scott volvía, que volvía por mí, pero no fue así. Identifiqué la silueta de mi padre que venía a paso apresurado hasta donde estaba. 

— Mi niña — dijo y yo me apresuré a esconder mi rostro entre su pecho. — ¿Qué ocurrió? — acaricio mi cabello con sumo cuidado para después besar mi cabeza. 

— Yo... Yo — me enamoré de un idiota que me dejó tirada aquí porque le conté que su padre había sido un imbécil con su madre — Decidí dar un paseo y me perdí, luego me vi sola y me asusté muchísimo.

— Estás muy lejos de casa Nat, como para ser solo un paseo. 

— Papá no quiero hablar. 

— Los jóvenes hoy en día y sus secretos — intentó bromear — Aunque de más está decir que si alguien hace sufrir a mi princesa se las verá conmigo. 

— Súper papi al rescate — me reí un poco.

— Yo lo daría todo por ti. 

Eso lo sabía, porque yo también lo daría todo por él.

Una lágrima rodó por mi mejilla y esta vez no era por el estúpido de mi hermanastro, era de felicidad porque sabía que el único hombre que jamás me haría sufrir estaba justo frente a mí. Y ese era mi padre. 

Condujo en silencio, no se creyó mi historia, pero al menos no me preguntó nada más, ¿Cómo se le dice a tu padre que te gusta tu hermanastro?

Llegamos a casa y agradecí al cielo que el auto de Scott no estaba, de seguro andaba por ahí en sus movidas, siendo un imbécil integrar con todo aquel que se cruzara en su camino. 

— ¿Quieres comer algo? — me preguntó mi padre una vez dentro. 

— No tengo mucha hambre — miré al sofá dónde se encontraba Cristina y me regaló una media sonrisa. 

— ¿Ocurrió algo? — habló ella, preocupada. 

— Solo... Bueno yo estoy cansada — hablé — Me quiero acostar ya.

No Sonrías ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora