32

10K 559 93
                                    

Natacha. 

Siete años después:

— ¡Mamá, mamá!

Los chillidos de mi pequeña me sacan de mis pensamientos. Le estaba contando una historia para que se quedara dormida.

— ¿Qué, cariño?

— ¿En qué tanto piensas? — termino de peinar sus largas trenzas — ¿El chico y la chica  se quedaron juntos? Acaba de contarme el final de la historia.

Acaricia a mi cachorro que desde que la niña nació no hay un día en el que Snat no duerma a los pies de su cama.

— Si cariño, se quedaron juntos. — Recuerdo el inicio de mi historia, todas las cosas difíciles, pero también hermosas que tuve que afrontar.

— ¿Vivieron felices por siempre? — se acurruca entre las sábanas de colores.

— Están viviendo felices — sonrío — Ahora tienes que dormir porque mañana tenemos visita. 

— ¿Abuelo va a venir?

— Si, abuelo, tus abuelas, incluso Diego y Nora vendrán.

— Ya quiero que llegue mañana — dice, bostezando; con su voz angelical que creo que la heredó de mi madre. 

Cuando mi historia con Scott empezó, no sabía cuál sería nuestro destino, pero de seguro uno tan magnífico como este no me lo esperaba. 

Después que mi padre aceptara nuestra relación, que nos costó un poco de trabajo, nos mudamos juntos y comenzamos con una nueva vida, dónde ya no éramos hermanastros, sino dos jóvenes empezando a vivir que se amaban con locura y necesitaban escribir su propia historia.

El camino había sido complicado, pero hoy puedo decir con exactitud que no me arrepiento de ninguna de las decisiones que tomé.

Construí un hogar y una familia, no podía pedir nada más. 

Unos ojos azules me miraban fijamente desde la puerta de la habitación. 

— ¿Qué hacías? — su voz seguía provocando en mí la misma sensación de cuando éramos unos jóvenes fantaseando con lo prohibido. 

— Cállate — susurró — Estaba durmiendo a Sara las vas a despertar.

— Cállame — susurra en tono travieso.

Sus manos me envuelven pegando mi espalda a la pared.

— ¡Scott! — lo regaño — Nos puede ver. 

— Antes nos escondíamos de tu padre y ahora de nuestra hija. Al paso que vamos Sara no tendrá hermanos nunca — se queja — y el cuento de que a los niños lo trae la cigüeña no es una opción. 

No cambia en algunas cosas.

— Basta — le doy un leve golpe en el hombro — Sara solo tiene cuatro años. La cigüeña es la mejor opción para ella.

Rueda los ojos.

— Vale — me da un rápido beso en los labios y tira de mi brazo — Aun así yo quiero disfrutar un rato tranquilo contigo antes que esta casa se convierta en un completo desastre. 

— Tampoco está tan mal la idea de que la familia nos visite. Debes aprender a socializarte. 

— Yo me sé socializar muy pero que muy bien.

Cierra la puerta de nuestra habitación una vez dentro. 

— Pero prefiero hacerlo solo contigo. Se me da mucho mejor.  — agrega, coqueto.

No Sonrías ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora