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Scott.

Ayer te beso y hoy no me acuerdo. Parece un chiste, Natacha me besó y no se acuerda en lo más mínimo.

Quizás es mejor así, después de todo es mi hermanastra. Necesito sacarla de mi cabeza, por su propio bien.

Estaba recostado sobre la cama jugando con el aro de mi labio, cuando llamaron a mi puerta.

Sin pensarlo me levanté y abrí.

—¿A dónde crees que vas? — reaccioné en el instante que vi que no llevaba su estúpido pijama de muñequitos.

— Voy a salir.

— ¿Y? — ¿Para qué viene? A restregarlo en mi cara. 

— Solo te informaba — se cruza de brazos y luce tan hermosa, que me dan deseos de besarla y encerrarla en mi habitación. Caer en el pecado me parece un buen plan si el ángel lleva su rostro.

Ladeo la cabeza y alejo mis ganas de hacerla exclusivamente mía.

— Que te diviertas — le regalé una sonrisa— hermanita.

Cerré de golpe la puerta furioso Caminé hacia la ventana, lo peor que hice. Miré más de dos veces para asegurarme que era real lo que veían mis ojos.

Jared.

Jared.

Jared.

Eres imbécil, ya le di una paliza y no lo pensaré de nuevo para darle una segunda. Comencé a caminar en círculos por mi habitación. Pasé las manos por mi cabello.

Estoy seguro de que lo hace para fastidiar, Natacha es bonita y le puede gustar a cualquiera, pero Jared lo hace para vengar lo ocurrido con su hermana y ella no tiene la culpa de nada de esto.  No voy a permitir que le haga daño.

Me puse lo primero que encontré.

Agarré las llaves de mi auto y me apresuré para no perderle el paso. Les seguí todo el camino hasta el cine.

«Clásico»

Jared eres tan obvio que repugnas hijo mío. Primera cita al cine, antes que terminé la película intentará meterle mano, pero eso no va a ocurrir.

Entré en la misma sección de ellos y me aseguré para que no me vieran. Se sentaron en las filas del medio.

Piensa Scott, vine hasta aquí, sin ningún plan, tampoco puedo enfrentar a Jared con Natacha.

Lo Tengo.

— Oye campeón — llamé a un rubio de unos ocho años.

— ¿Conmigo?

— Si tú — le señalé —¿Cómo te llamas?

— David.

— Bueno, David — me agaché para estar a su altura —. Te doy veinte pavos si vas y arrojas tu bebida sobre ese chico.— señalé a Jared.

Miró hacia la dirección que le indiqué — Que sean cincuenta — sentenció.

— Bien — busqué un billete de cincuenta en mi billetera y se lo entregué —, que parezca un accidente.

— Claro — me sonrió y se marchó.

Observé como el pequeño llegó hasta la fila, fingió tropezar y derramó toda la bebida sobre Jared, este se levantó hecho una furia y se perdió en dirección al baño.

«Perfecto»

Todo lo demás corre por mi cuenta.

Caminé en dirección a Natacha y me dejé caer a su lado. Sus ojos se abrieron como platos y se llevó la mano a la cabeza.

No Sonrías ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora