26

10.1K 598 97
                                    

Scott

No huía, no me estaba escondiendo, solo intentaba sobrevivir siendo yo en un mundo que se empeña con asfixiarme cada vez que respiro, cada vez que sonrío, cada vez que intento ser feliz.

Puedo decir y asegurar que estoy enamorado de ella. Carajos sí que lo estoy. Natacha invadió mi vida y se adueñó de mi corazón. Con ella no había un antes ni un después, solo... solo era un futuro el cual no sabía si estaba a mi alcance.

Le dejé una simple nota con la intención de ser un poco menos cabrón, pero sé que no servirá de mucho. Debe odiarme con todas sus fuerzas y no me preocupa, incluso es mejor así.

No pasaban las siete de la mañana cuando me encontraba en aquel barrio de mala muerte. Esperaba impaciente dentro del auto, ya había escuchado todas las emisoras y dejado sin batería mi teléfono.

Me removí incómodo en el asiento, atrapé mi aro entre los dientes y pasé mis manos por mi oscuro cabello, estaba despreocupado, necesitaba unos cortes y sin duda alguna rasurarme de paso.

«Estaba hecho un asco»

Metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón y saqué un pequeño paquete. Me quedé mirando el polvo blanco entre mis dedos, pero pasó algo que no me dejó probarlo.

Su sonrisa invadió mi mente, el sonido de su voz, como pone los ojos en blanco cuando está tensa o como me dice idiota porque ya no sabe qué hacer conmigo.

En ese preciso momento puedo decir que fue mi salvación.

Guardé el paquete donde mismo estaba y encendí un cigarrillo y mi vista se concentró en la casa que he estado visitando toda la semana sin éxito ninguno. Nunca lo había podido ver, incluso le pregunté a los vecinos y nada... No se socializaba con nadie.

Era de esperarse, no se puede pedir mucho de un borracho.

Pero esta era su dirección y como todo ser humano en algún momento debería volver a su hogar.

No me equivoqué, lo supe en el momento que una figura masculina caminaba hacía mi, reconocí su cabello oscuro que ahora estaba con algunos mechones blancos, su rostro seguía igual a como lo recordaba, solo que lucía, triste, apagado y sin deseos de vivir. Los años y el alcohol lo habían golpeado con ganas, ya no estaba atlético como antes, pero seguía siendo él. Ese que un día lo llamé papá.

Cuando lo vi ahí, tan cerca se me olvidó porque había ido. El por qué quería buscarlo sino tenía nada que decirle.

Bajé del auto con pocas ganas y carraspeé con fuerzas llamando su atención.

Ahora de cerca estaba peor de lo que pensaba, tenía los ojos rojos y unas ojeras horribles. Esto no era solamente alcohol, había más, incluso puede que estuviera enfermo por el color amarillento que portaba su piel.

— Esto no puede ser cierto —mi cuerpo completo se tensó cuando escuché su voz—. ¿De verdad eres tú? —Apestaba, me recorrió con la mirada— No lo puedo creer.

—Estás diferente —fue lo único que logré decir.

—Tú estás increíblemente guapo.

—Ya —me encuentro incómodo, sin saber qué decir.

—¿Cómo me encontraste?

—Siempre pensé que te habías ido.

—Los busqué, tu madre los alejo de mí la muy desgra... _tose—, pero me di por vencido, no estoy en muy buenas condiciones. Tampoco tengo mucho... —se toca los bolsillos y sé a lo que se refiere.

No Sonrías ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora