XX - Coloquio

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—¡Enemigo! ¡El enemigo está en nuestro territorio!

Bastó un grito. Bastó una palabra clave y toda una frase. Y todo lo que habían guardado en silencio cayó a la mierda.

Cuando Kuroo y Yamaguchi corrieron rumbo a la caseta de abluciones, Sugawara también lo hacía y en definitiva, Ukai y Takeda arribaron al mismo punto. Todos lo hicieron, asustados, preparados para degollar y/o atravesar un cuerpo enemigo. Yamaguchi levantó sus manos frente a su pecho cuando Osamu, tirado en el suelo y sosteniendo su herida, también le regresó la mirada. «Está bien» murmuró en una señal, pero Osamu no estaba esperando consuelo. Si él estaba asustado, no sabía demostrarlo, si quería replicar, la voz no le salía. Si quería aceptar la muerte, estaba dispuesto. El campo se rodeó de tantas cabezas y él era el pilar central de esa atención.

—¿Quién ha traído consigo un traidor? ¿¡Qué hace el enemigo en nuestras tierras!? —un viejo hombre de barba blanca y cuerpo delgado acercó la punta de su espada a la nuca de Osamu—. ¿Quién encontró a esta alimaña aquí?

—Yo, s–señor —respondió Hinata. Sugawara abrió su boca y dejó caer toda su cara en una mano. Lo sabía, sabía que ese no había sido un buen escondite. ¿Por qué entre todos Hinata? El más silencioso de los clanes.

—¿Qué fue lo que viste? ¿Por qué razón entraste primero a este lugar? —la punta de esa katana siguió enterrandose un poquito más y Osamu liberó un quejido. Apretó las manos y arañó la tierra. Nunca le quitó la mirada a Yamaguchi de encima y Yamaguchi no desvió su terror de Osamu.

—Yo... —Hinata estaba demasiado nervioso. Todo era muy confuso. ¿Por qué Yamaguchi había estado entrando y saliendo repetidas veces allí si ese hombre siempre estuvo presente? ¿A caso ellos dos...

—¡Hey! ¡Estoy hablando contigo! Responde a tus mayores si no quieres que... —ese hombre estaba tan molesto y aterrado que su reacción al ser ignorado y bajo control de la impaciencia se acercó a Hinata, levantó su mano y estampó allí una cachetada—. ¡Respeta a tus mayores!

—¡Señor! —Takeda se acercó. Él podía hacer un breve voto de silencio en cuanto a Osamu, pero era de su estudiante ahora de quien hablababan—. Por favor, él sólo le ha visto de sorpresa.

—¡El enemigo frente a ustedes, allí tirado, está herido! ¡No pudo llegar solo hasta aquí sin ser notado! Alguien ha estado atendiendo sus heridas y quiero saber: ¿quién es? —esta vez no se acercó a Osamu que seguía retorciendose en el suelo. Seguro su herida estaba abierta y Yamaguchi necesitaba atenderlo. Pero no fue capaz de moverse, preso del pánico, de la presión e incertidumbre, Yamaguchi era incapaz de dar un paso y revelar sus intenciones. Ni siquiera Sugawara o un entrenador fue capaz de abrir su boca y explicar a todos los clanes qué estaba haciendo un norteño en su base. Necesitaba valor—. ¡Si el enemigo está aquí, entonces la dinastía Miya ya conoce de nuestro paradero! ¡Seremos atacados en cuestión de tiempo donde los heridos yacen y los pueblos cercanos pagarán las consecuencias!

—¡Eso es mentira!

Hubo un extenso silencio ante la presencia de una voz joven y desconocida a los oídos de un sabio. Yamaguchi respiró con pesadez y muchas personas lo hicieron cuando Kuroo avanzó un paso hacia adelante. Él le susurró a Yamaguchi un «está bien», tan confiable y amable. Fue él quien osado avanzó en nombre de una protección que ni siquiera apoyaba. Eso fue una punzada directa al corazón de Yamaguchi.

—¿Qué dices?

«¿Qué estás haciendo, Kuroo?» escuchó murmullos similares de su propio clan y del molesto búho.

—Que es mentira, Señor —Kuroo reverenció al mayor, llevó las manos detrás de su espalda y habló—. El norteño proveniente de la dinastía Miya no ha llegado por su cuenta. Lo he traído yo —un pesado silencio acompañó sus palabras. Hinata estaba confundido, ¿qué hacía el líder de Nekoma diciendo semejante barbaridad?—. Porque os revelaré la verdad. 

1830Donde viven las historias. Descúbrelo ahora