XIII - Rei (Respeto, Cortesía)

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Advertencia: El capítulo que leerán a continuación, tiene en cierto punto escenas descriptivas de violencia. Recomiendo discreción. Las prácticas que aquí observen y lean es mera ciencia ficción. Esto es un fanfic hecho por y para medios de entretención. No busco propagar con ello violencia en ningún sentido. Muchas gracias. Con esta advertencia clara, pueden proseguir.

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—Otra noche de mierda —murmuró Bokuto con su boca tan grande en un ligero bostezo.

—Mierda lo que traes en la boca. Ve a lavarte los dientes ahora —Konoha, por otro lado, no estaba de un mejor humor.

—El sol —Yamaguchi levantó un poco la mirada para saludar el inicio de un nuevo día. Los rayos solares que acariciaron su piel fueron reconfortantes.

Hace casi dos semanas Nekoma y Fukurodani llegaron a Karasuno pidiendo asilo y auxilio. Después de que sus 'hogares' fueron calcinados y sus sacerdotes sacrificados, esperaban que ese ataque tan repentino se tratara de una muy mala casualidad. Ahora que vivían tan cómodamente entre los cuervos, otra noche de mierda los había alcanzado. En simples palabras eso era todo.


































La noche anterior Hinata siguió gritando; desde el interior de su pequeño cuerpo y con un cañón de voz se encargó de reemplazar el hilarante sonido alarmante para despertar a cada miembro que ahora mismo dormía dentro de Karasuno.

—¡Plagas! —dijo—, ¡las plagas están aquí! ¡Maldito seas Kuroo! —porque su mayor lógica en ese momento de terror fue culpar a la única persona que le narró la existencia de individuos meramente hechos mitos. Ellos no tendrían por qué existir y mucho menos estar corriendo detrás suyo con un olor molesto y el queroseno en la mano.

—Hinata, ¿qué demonios? Hasta la China pueden escuchar tus alaridos. Todos intentan dormir.

Sugawara apareció en el dojo principal que hace un par de horas había abandonado. Al igual que cualquier persona, se levantó adormilado buscando el baño. A penas salía de la habitación que le correspondía –y cabe aclarar, que compartía con todo su clan como hacían Nekoma y Fukurodani– cuando los chillidos de una voz reconocible estallaron no muy lejos del lugar.

Frotó sus ojos preocupado cuando Hinata dobló una esquina y al final del corredor, con su paso apresurado, Sugawara notó la presencia de dos individuos que no reconocía y una intensa luz que acompañaba su espalda.

—¿Son niños?

—¡Plagas! —siguió gritando.

—Pero qué...

—¡Incendian el lugar, Sugawara! —sonaba realmente desesperado—. ¡Enemigos!

No tuvo tiempo ni de pestañear cuando abrió de nuevo la puerta a su espalda, mientras Hinata aún corría regreso a la habitación, Koushi caminó al interior y gritó:

—¡Arriba. Preparaos. El enemigo está atacando! —simple, corto y audaz. En el preciso tono como una afilada aguja que pellizcó los cuerpos de cada miembro en Karasuno.

Cada uno se levantó en un brinco, cada uno tomó su espada en manos –a excepción de los novatos, aún no tenían su propia Katana–, Daichi y Azumane fueron los primeros en salir del dormitorio con la katana en cara al cielo. Cortaron el aire detrás de Hinata mientras el chico saltaba en plancha con el pecho al suelo y se deslizaba para esquivar el ataque no a su persona.

1830Donde viven las historias. Descúbrelo ahora