X - Entorno

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"¿Por qué seguí sugiriendo eso?" escondió su rostro detrás de sus brazos. "Debo estar loco. No. Lo estoy".

El último día del campamento con el alba a la vista les enseñó a los estudiantes la marca de progreso alcanzada hasta ese punto. Después de un gran descanso la energía antes exiliada de su cuerpo regresó en un parpadeo. Al menos para la gran mayoría, pues aún existían excepciones que debido a pesadillas inentedibles o acciones que lo cohibian actualmente no pegaban el ojo por más de diez minutos seguidos.

Akaashi se sentó agotado en las cortas escaleras que conectaban el templo con el suelo, eran esos escalones aquellos que a los templos de Japón caracterizaba por tener una jerarquía arquitectónica. Descansó en ese lugar presionando sobre sus párpados o su tabique si era necesario. Por tanto, Bokuto y demás guerreros se divertían enseñando su alto nivel en el kenjutsu. Aún cuando ya casi era hora de marchar, ellos parecían no cansarse jamás de sostener una espada y moverse libremente en el lugar.

—Dormir puede ser difícil cuando se tiene tanto en mente —dijo Yamaguchi. Apareció a espaldas de Akaashi y se sentó después de pedir el permiso. Al igual que el mayor, conciliar fácilmente el sueño era algo que había envidiado de todos sus compañeros. Era la práctica, el deseo de aprender, Tsukishima imperturbable y Kuroo constantemente apareciendo a su sombra aquello que no le permitió descansar por extensos ratos. Quería creer que sólo estaba dándole muchas vueltas a un asunto y seguro lo hacía. Había pensado con un ánimo terrible tan cerca a la tristeza.

Akaashi asintió—. Las pesadillas continúan aterrando a las personas no importa cuántas veces suceda.

—¿Una pesadilla? 

—No es importante —o coherente. sonrió—. ¿Cuál es tu caso?

—Ni siquiera yo puedo explicarlo. Podría ser la falta de mi familia en mis días —mintió. Bueno, no era del todo una mentira después de todo. No era un crío de diez años, lo sabía. Si esas palabras fueran escuchadas por otra persona seguro recibiría burlas por respuesta.

—Lo entiendo.

Pero Akaashi era diferente. Y eso era mejor que confesar la verdadera razón.

El gélido viento de las siete menos cuarto de la mañana rozó vuestros cuerpos. Las hojas aún seguían cayendo de los árboles casi desnudos. Akaashi y Yamaguchi no dijeron más desde ese momento. Ninguno sintió la necesidad de hablar cuando las katanas de los líderes se estrellaban una a una con las risas merodeando en el ambiente. Tendrían que prepararse mentalmente ante el extenso paseo que se aproximaba.

Tsukishima apareció después de un par de minutos con el rostro más inexpresivo y un gruñido estomacal.

—Buenos días, Tsukki.

—¿Qué tiene de buenos? —espetó casi escupiendo sus palabras—. Buenos días.

—¿Qué te tiene de mal humor?

—El comedor. No especificaron un motivo, no dieron razón a nadie, Dijeron que la comida no era hoy accesible en este horario. ¿Qué demonios pretenden? —escondió agotado el rostro entre sus brazos y allí se quedó, deseando un bocado de algo prohibido. Pronto tendrían que marchar junto al resto de clanes y hacerlo con el estómago vacío no era una opción a tomar.

—Cierto... —Tadashi no había caído en cuenta en ese pequeño detalle. Tampoco podía decir lo mismo de Akaashi que se veía tan perdido como él. Estaban más ocupado en sus propios pensamientos que lo que el mismo cuerpo necesitaba.

Continuaron observando. No había mucho que hacer en ese instante si no deseabas portar una katana y practicar, tampoco una charla en especifica a tomar. Los novatos de Karasuno eran muy enérgicos, Bokuto, Kuroo y todos los líderes. Todos ellos tenían la energía que Yamaguchi envidiaba. Inhaló el aroma del invierno aproximándose y el muy tenue que Tsukishima emanaba de su cuerpo. Era muy tenue.

1830Donde viven las historias. Descúbrelo ahora