I - Gi (justicia)

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El período Edo, también conocido como el período Tokugawa fue una división de la historia de Japón extendida entre el 24 de marzo de 1603 hasta el 3 de mayo de 1868.

Durante ese largo período de tiempo Japón adoptó la política de Sakoku (término conocido en el país como "cerró país"), en virtud del cual las relaciones y el comercio del país tuvieron severas limitaciones. A la gran mayoría de los extranjeros se les prohibió la entrada y los habitantes permanecieron en sus tierras, sin ninguna posibilidad del paso al exterior durante poco más de 220 años.

Los Samurais (guerreros propios y muy conocidos del período Edo), quienes lucharon durante mucho tiempo con los extranjeros para proteger su país, sólo tuvieron dos opciones a elegir:

1. Abandonar las armas y convertirse en campesinos.

2. Trasladarse a la ciudad principal y convertirse en sirvientes del daymio*

Desde entonces, la población se dividió en cuatro clases dentro de un sistema conocido como mibunsei: en el primer nivel estaban los Samurai (que conformaban el 5% de la población), en el segundo nivel se encontraban los campesinos (que conformaban más del 80% de la población), en el tercero estaban los artesanos y al final los comerciantes. Solo los campesinos vivían en zonas rurales mientras los Samurais, artesanos y comerciantes habitaban la ciudad, alrededor de los castillos que se construían para los daymio.




























Kuroo Tetsurou. Un joven astuto perteneciente a los daymio. Fue conocido entre su familia y allegados como un chico bastante liberal. Lo era. Kuroo amaba correr libremente sobre la grava, utilizar la vieja espada de su abuelo entre los corredores y salvar a su mejor amigo, Kenma Kozume, del terrible peligro imaginario que se planteaba mientras Kenma buscaba entretención en los libros o cualquier objeto que llamara su atención; burlar las acciones de sus amigos y asistir fielmente a la academia junto a los hijos de artesanos y comerciantes. Su actividad favorita era cuando se escondía tras los arbustos junto a Kozume y repartía constantes besos en su piel, labios, mejillas. Inocentes caricias que le enseñaron la atracción que sentía por lo hombres. Incluso su madre no tuvo problema en aceptarlo, prefería que Kuroo lo hiciera en el interior de la casa que en un jardín a vista de cualquier persona.*

Esas fueron las mejores épocas.

Ahora, con 16 años de edad, Kuroo Tetsurou no era un fiel amante de las peleas más le era imposible verse involucrado en una situación similar debido a la protección que le brindaba a su mejor amigo en contra de abusadores que se burlaban de su afeminado carácter. Wakashu* llegaron a llamarle una vez y esa palabra, de carente sentido para Kuroo, fue la gota que rebosó el vaso un viernes en la tarde, cuando el sol se ponía tras el horizonte occidental.

Kenma había insistido millones de veces que no era necesario. Pelearse por su persona sólo era mal gastar tiempo y energía y, frente a la justicia, un delito que sólo tenía dos castigos si se encontraba a alguien cometiendolo: el aislamiento de hasta un máximo de 100 días o Los castigos corporales; aunque cabía una tercera solución que sólo podía conocerce de tratarse con dinero de por medio.

La pelea se dio en medio de las viviendas de la familia Kuroo y la familia Yamamoto, frente a un gran público de nobles que no se molestaron en permitir tal barbaridad entre dos jóvenes de la misma clase social. Una blazfemia hacia la paz que el feudal impartía. Interceptados cada uno por dos Samurai (considerados también policías), fueron llevados frente a sus familias con la noticia de que los jóvenes difundían la violencia pública y alteraban la paz civil.

—¿En qué demonios estabas pensado? —la madre de Tetsurou, con un apacible temperamento, como todos la conocían, respiraba con dificultad intentando mantener el equilibrio mental ante su hijo.

1830Donde viven las historias. Descúbrelo ahora