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XXI - Travesía

Advertencia: El capítulo que leerán a continuación, tiene en cierto punto escenas descriptivas de violencia. Recomiendo discreción. Las prácticas que aquí observen y lean es mera ciencia ficción. Esto es un fanfic hecho por y para medios de entretención. No busco propagar con ello violencia en ningún sentido. Muchas gracias. Con esta advertencia clara, pueden proseguir.

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«Estoy sorprendido de la inteligencia e idiotez que los asiáticos teneis en la cabeza. Buenas noches»

Antes de partir a su “enfrentamiento”, cuando el alba iniciaba y Kuroo y Yamaguchi llegaban de su viaje al pueblo, los objetores acudieron a todo el Aoba Johsai para cubrir sus heridas. Para sorpresa de muchos, aún conociendo lo que había sucedido, tener sólo un par de heridos en el pabellón los dejaba sin palabras. Había una sensación de descanso en todo el ambiente.

Oikawa estuvo narrando, mientras algunos jóvenes de los clanes les acompañaban, todos los sucesos vividos la última noche. Fueron emboscados por la dinastía Miya, no sabían cómo se habían enterado de su paradero y según dijeron los norteños, era un mensaje anónimo el que había llegado a ellos. Con la presencia de un tercer jugador, era claro que él vigilaba sus movimientos. Eso fue todo, explicó con detalles los golpes que sufrieron, el asesinato de la mayor parte de viejos que iniciaban un viaje a la ciudad principal. «Y creí que hasta allí viviría» mencionó al final no con tristeza, ni desgracia. Lo hizo con una sonrisa. Miró fijamente a Yamaguchi terminar con su labor y acarició el dorso de la mano de un “ángel” que de él estaba cuidando. 

—Aleja tus sucias manos —Kuroo alejó a Yamaguchi del alcance de Oikawa consciente que todos estaban observando, pero no podía evitar sentir extrema molestia con las miradas que el líder del Aoba Johsai le estaba dando a su chico. Abrazó sus hombros y miró sus mejillas en especial. Sí, esas pecas ya eran todas suyas— y concentra la vista mejor en tus propias cosas.

—¿Qué? ¿Ahora también está prohibido mirar? —Oikawa achicó sus ojos e intentó tomar el brazo del pecoso rodeando a Kuroo.

—Para tí está prohibido hasta respirar —Iwaizumi golpeó la cabeza del castaño y se disculpó con el líder de Nekoma—. Ahora deja de causar problemas, no tenemos toda la mañana.

—Iwa–chan —Tooru sollozó, de por sí su cabeza estaba matándolo y su compañero no tenía compasión. 

—Kuroo, por favor —Yamaguchi se burló—, ya puede soltarme.

—Kuroo–san, ¿puede hacerlo menos obvio? —Y Akaashi se encargó de atraerlo hacia su puesto para permitir que Yamaguchi terminara ahora de limpiar las heridas de Iwaizumi y Matsukawa.

—Pero, está mirando a mi novio como si yo no estuviera aquí... —cruzó sus brazos e hizo un mohín en sus labios mientras un extenso silencio se asentó entre los hombres y las dos mujeres de Karasuno.

—¿¡Novio!? —Hinata levantó la voz tanto como Yachi. Es cierto, ellos no se lo habían dicho a nadie hasta el momento, por alguna razón esa información pasó sin importancia en su día después de que Kuroo y Yamaguchi aceptaran mutuamente sus sentimientos. No les interesó que nadie más lo supiera.

—¡Kuroo bastardo por qué no me lo dijiste! ¡Creí que eras mi hermano. Creí que éramos hermanos! —Bokuto sollozó a grandes decibeles en la estancia. Se lanzó sobre Tetsurou y lo sacudió desde los hombros—. ¡Nunca me dices nada, me abandonaste!

—Te lo estoy contando. Búho idiota, bajate de mi espalda. ¡Que nos vamos a caer!

E ignorando el drama que tenían los mayores en la esquina, Hinata y Yachi se acercaron hasta el pecoso suplicando por información: ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Quién lo inició? ¿Desde hace cuánto tiempo ellos se gustaron? Habían visto muchas veces a Kuroo y Yamaguchi en los alrededores comportándose de forma muy cercana, algunos suponían que era por su relación maestro–estudiante, Yachi tenía sus sopechas desde hace mucho y para alguien como Akaashi no fue una sorpresa. Pero que lo hicieran oficial, esas si eran buenas nuevas.