XVIII - Tercer Jugador

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Bien. Él era aún un crío. Lo aceptaba. Tenía sólo 18 años, no completaba ni la mayoría de edad. Adoraba juguetear por ahí y no tomar en serio las cosas –solo si ameritaba esa diversión–. Él podía quejarse, reír, llorar incluso –pero eso era un tema distinto–, ser irresponsable, egoísta y definitivamente tenía todo el derecho de estar celoso. 

—No, en realidad no lo tienes —Akaashi destruyó la nube de pensamientos tan visibles que se cargaba Kuroo la segunda noche en la dinastía Miya.

—¿Qué? ¿A caso puedes leer mis pensamientos ahora? —jugó con la pequeña luciérnaga que muy valiente se había posado en su dedo.

—Estás hablando en voz alta y... —esperaban frente al primer Torii al llamado de los veteranos antes de oficialmente alzar la bandera por una guerra debida y un deseo territorial. Se supone que era Bokuto quien lo acompañaría después de ir por un poco de comida—. Tu cara es muy evidente.

—Mi cara es tan expresiva como la tuya en este momento.

—Olvide las sátiras, Kuroo–san —se sentó a su costado observando el lindo insecto revolotear.

—¿Y? ¿Qué fue lo que te dijo Bokuto?

Akaashi no respondió. No había necesidad. Ambos sabían que siempre y cuando se trataba de Akaashi, el búho iba a abrir su boca y no iba a cerrarla hasta que se le escapase algo que no debía. Y desde allí en adelante todo era una historia con el inicio, el nudo y el desenlace completo.

—¿Qué ocurrió con Yamaguchi? —esta vez, la pequeña luz brillosa se apoyó en el dorso de su mano. Era mucho más brillante de cerca.

—Creí que ya te lo había contado todo.

—Lo hizo, o al menos su punto de vista. Qué es lo que de verdad sucede.

—Directo como siempre —después de una sonrisa dejó caer su cabeza y observó la fría piedra bajo sus pies—. No sucedió nada...

—Kuroo–san.

—No, no hagas esa cara. Hablo en serio, muy en serio... No ocurrió nada entre Yamaguchi y yo estos días. Eso es lo que más me molesta... —Kuroo dejó de apreciar la naturaleza—. Qué, por qué me miras así ahora.

Akaashi no sabía si lamentarse todo el tiempo que había perdido al preocuparse de sobremanera.

—¡Lo acepto, es ridículo! —suspiró.

—¿Es una broma?

—No. Desearía que sólo se tratara de una broma. Desde la última noche en Karasuno y hasta ahora nada cambió —o quizás sí.

—Pero Kuroo–san, lamento entrometerme de esta manera, tengo entendido que fue usted quien le dijo a Yamaguchi que ya era hora de dejar las cosas allí. Su relación como un maestro y un estudiante simple y sencilla. ¿O estoy equivocado?

—Ugh —Tetsurou tomó su cabeza entre sus manos. Cómo se arrepentía en este momento de esas palabras pese a ser hace solo un par de días (y se sentían como meses).

—¿Entonces por qué?

—Porque probablemente me estaba haciendo más consciente de mis sentimientos hacia él.

—¿Y qué tiene eso de malo? —Akaashi honestamente no lo comprendía. Después de todo, una conversación con Bokuto y Kuroo era llevar su grado de inteligencia y comprensión a niveles distintos. Pero, sentimientos...

—Akaashi, nunca me he relacionado con nadie en ese mundo. Un hombre, una mujer, mayor que yo o no. Nunca hasta ahora esperé entrar en una relación y mucho menos llamar a alguien... Novio, por Buda —cuando lo decía, aún se sentía extraño y cautivador. Esbozó una sonrisa—. Entonces, me estaba divirtiendo demasiado, tanto que no fui capaz de pensar en Yamaguchi como mi estudiante o mi compañero. Quería tenerlo. Quería ponerlo sobre mi cama, guardarlo en cualquier habitación y besarlo tanto como he hecho —y más que eso—. De la noche a la mañana, besarlo no fue suficiente. Quería tocarlo y no bajo su ropa... En algún momento, seguía viéndolo todo el tiempo y todo lo que hacía, con quién lo hacía y los envidiaba.

1830Donde viven las historias. Descúbrelo ahora