La mañana llegó tan rápido que el pobre Tetsurou no tuvo ni siquiera tiempo para pegar el ojo. Las bolsas bajo sus ojos eran prueba de ello.
Bokuto, en cambio, parecía renovado. Sentado junto al sacerdote, permanecía jovial, pulcro, impecable. Quizás tampoco había dormido nada, pero al menos ahora su hambre había calmado hasta el punto de esperar a que el desayuno llegara pronto a sus manos.
Le divertía el hecho de ver a Kuroo a punto de caer dormido mientras él lo fulminaba con su mirada. ¿Qué joven adolescente en sus 16 años podía mantener tres horas seguidas cometiendo Sodomia con un extraño que conocía de cinco minutos? Sólo el búho idiota.
Al otro extremo del sacerdote se encontraba Akinori Konoha, un joven de cabello color oliva y mirada achinada. Ambos discípulos permanecían callados, esperando que fuera el hombre mayor quien soltara la primera palabra.
—Kuroo Tetsurou —comenzó al fin—. He escuchado de ti anteriormente, no es la primera vez que ocasionas un problema tan grave; una vaina me ha dado detalle de su situación actual y comprendo el pedido personal que tus padres han solicitado.
¿Una vaina? Eso había escuchado Kuroo. ¿La funda de una espada le había hablado? ¿Qué malditos hongos había en el lugar?
—Sí se...
—Silencio —levantó el tono de su voz, asustando a Tetsurou—. Sus padres han intentado ocultar en otras ocasiones sus deshonestas acciones en una sociedad que fomenta la paz, el orden, el diálogo sobre todo. Es impensable esperar que un hombre de tan renombrada familia utilice sus manos para juzgar por su propia cuenta lo que sólo el gran buda y la justicia deben hacer. Alguien dentro del recinto Daymio no tiene permitido alterar ese orden impuesto por la dinastía Ushijima —si, ya había escuchado esas palabras muchas veces de su madre—. Pero —oya, eso era nuevo—, debo rescatar el hecho de que tú, insensato niño, demuestras que tu honor está por encima de tu vida. Sin importar cómo lo vea, estás defendiendo tu nombre, defendiendo lo que te importa, defendiendo tu honor.
» Para un guerrero el honor es lo más importante. El código que nos diferencia de un ordinario campesino o cualquier civil; imponer tu idea, tu vida antes que desvanecerse de miedo y temor por el enemigo. El bushido.
Kuroo estaba sosprendido. Era lo mismo que su madre le había enseñado toda su vida. Defender su honor, sí, ya se estaba mareando de esa palabra. Pero esa era la primera vez en su vida que llegaban a recalcarselo de ese modo tan vanidos. Estaba estupefacto sentado sobre sus aposentos.
Bokuto y Konoha, por sus expresiones, ya sabían a qué llevaría el final de ese gran discurso, después de todo, ellos mismos habían estado una vez sentados frente al gran sacerdote, ya sea por la misma causa que Kuroo Tetsurou o por algún otro motivo innombrable. Ellos, en definitiva, habían pasado por el mismo regaño y sabían que uno de ellos sería pronto responsable del felino frente suyo.
—Por eso mismo, Tetsurou, estarás bajo el cuidado del templo Fukurodani y el templo Nekoma. Ambos templos comparten esta misma tierra y ambos cuidan de esta gran montaña. Nosotros te educaremos como corresponde —levantó levemente sus brazos hacia los lados, señalando a los jóvenes que también permanecían quietos—. Ellos, mis más fieles y grandes guerreros, te cuidarán y enseñarán lo que un impertinente e insolente jovencito de tu posición debe aprender —con esas últimas palabras, cerró sus brazos y su boca y sólo se dedicó a admirar en silencio a Kuroo.
Bokuto y Konoha no parecían extrañados por eso, al menos si así era no lo estaban demostrando y el único sin comprender todo lo que le estaban diciendo era Kuroo. Arrugaba su frente, mordía sus mejillas y fruncía sus labios, esperando que el discurso del anciano no hubiera terminado allí.
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1830
FanfictionEl período Edo se conoció, en toda la historia de Japón, como uno de los períodos más tranquilos. Pese a que la paz se mantenía imperturbable sobre sus ciudadanos, la nuevas generaciones continuaban una tras otra entrenando para ser los próximos nob...