Odiseo, todavía disfrazado de mendigo, camina hacia la casa del pastor de cerdos. Eumeo invita a Odiseo a comer y beber y contar su historia. Odiseo agradece al pastor de cerdos por su hospitalidad, y Eumeo responde que Zeus decreta que todos sean amables con los mendigos y extraños. Sirve a Odiseo dos cerdos, cebada y vino. Se queja de que los pretendientes comen todos los mejores cerdos sin temer la venganza de los dioses, que honran los actos justos de los hombres. Los pretendientes deben pensar que Odiseo está muerto, dice el pastor de cerdos, porque agotan descaradamente lo que una vez fue el reino más rico de esta parte del mundo.
Odiseo, el mendigo, le dice a Eumeo que nació en Creta, el hijo ilegal de un hombre rico y una concubina. De joven amaba la aventura y la guerra, pero no el hogar ni la familia: ganó el honor en la batalla y tomó una gran cantidad de tesoros de tierras extranjeras. Luego dirigió una flota en la guerra de Troya, luchó durante diez años y regresó a casa; pero sólo un mes después de su regreso a casa partió de nuevo a Egipto para buscar más tesoros. Sin embargo, sus hombres mataron y saquearon en las granjas egipcias en contra de su voluntad, y un ejército de la ciudad egipcia vino para matar o esclavizar a toda la tripulación, aunque escapó pidiendo misericordia al rey. Permaneció en Egipto durante siete años y recogió una gran fortuna.
Odiseo salió de Egipto con un estafador fenicio, que lo convenció de ir a Libia. Pero Zeus golpeó su nave con un rayo y solo él sobrevivió. Flotó en el mástil del barco durante nueve días hasta que llegó a Tesprotia, donde el rey Fidón lo trató amablemente y le dijo que Odiseo navegaba a casa con un gran tesoro. Fidón lo envió a la ciudad de Duliquio en barco, pero la tripulación del barco lo vistió con harapos y lo ató en una playa de Ítaca. Finalmente, escapó y tropezó con la casa de Eumeo. Aquí, Odiseo, el mendigo termina su cuento inventado.
Odiseo decide poner a prueba la generosidad de Eumeo: describe una noche helada y nevada durante la Guerra de Troya cuando se quejó a Odiseo de que estaba a punto de morir de frío. Odiseo entonces envió a uno de sus propios hombres en una misión inventada para que él, como mendigo, pudiera tomar su capa. Eumeo elogia la historia y le da a Odiseo un manto propio.