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La resaca me pegó fuerte, pero de seguro mucho menos que a Dove la cual no respondía mis mensajes ni mis llamadas. Tenía varias opciones para explicar su ausencia y todas parecían tener en parte verdad.

Ahora andaba por los pasillos cabizbaja sin mirar a la gente, con gafas de sol y una chaqueta negra con la capucha puesta. Había intentado con todas mis fuerzas cubrir mis ojeras pero seguían intactas al igual que mi cara de muerta.

Mis cascos estaban conectados a mi móvil en el que sonaba mi playlisit. La música siempre la había utilizado para escapar de la realidad y esta vez no era una excepción.

Notaba como algunos se me quedaban mirando sin pizca de disimulo. Sabía por qué era, pero no me apetecía pensar en ello ni ver el video que muchos habían grabado de mí bailando en la fiesta de una manera poco usual.

Exasperada me dirigí hacia uno de los tres campus que había. Todos estaban dirigiéndose hacia sus clases y yo pasaba de ir, sinceramente.

Me decanté por ir antes a la cafetería y coger un café en la maquina expendedora en vez de en la barra. Di un sorbo al baso de plástico y mi garganta se inundó de aquel sabor amargo que tanto amaba y odiaba al mismo tiempo.

Me senté en una de las mesas rojas abrillantadas que relucían con la luz solar que provenía de la pared acristalada con vistas a las mesas de fuera donde normalmente tomábamos el almuerzo.

Saqué el libro que tenía en mi mochila, el retrato de Dorian Gray. Lo estaba releyendo por séptima vez quizás y me seguía asombrando. Era raro que leyera novelas clásicas que no fueran desde una perspectiva feminista ya que me solían inspirar, pero claramente eso no quitaba lo bueno de aquel libro.

Pasaron las horas y el alumnado empezó a aparecer en la cafetería trayendo consigo un ruido que desquiciaba a cualquiera. Así no se podía leer, maldito mundo.

A medida que los minutos pasaron me di cuenta que eso se estaba quedando algo más silencioso y no entendía por qué. Miré a mi alrededor y divisé a todos mirando hacia mi mesa, ¿qué pasaba ahora?

Miré a mi otro lado y ahí es cuando me di cuenta que estaban pendientes del chico que tenía a mi lado. Era de mi equipo de baloncesto y era un imbécil, algo así como todos allí, pero éste en específico más ya que el primer día que me había presentado él se había enfrentado conmigo por querer presentarme.

Él sonreía abiertamente como si supiese que lo que vendría a continuación fuera a ser un espectáculo que presenciaría todo el instituto.

—Hola, reina del baile. 

Oh, no.

—Adiós, gilipollas.

—¿Qué? —cuestionó llevando su dedo a su oreja haciendo como que no me oía. —¿que no has visto el video? Yo te lo enseño, tranquila

Dicho eso se sentó en la silla que estaba a mi lado y sacó su móvil para proceder a enseñarme un video en el que estaba grabado mi bailecito de la noche anterior.

Yo aparté la mirada y bufé. Todos contenían las risas en el fondo al recordar la noche. Yo puse los ojos en blanco cansada de la inmadurez de aquel idiota.

—Y mi pregunta es , — dije mirando hacia la barra de vistas de youtube – ¿tú piensas
que me molesta ver cómo aún estando borracha baile mucho mejor que cualquier persona presente aquí sobria? ¿y encima me he vuelto viral? Si esa es la forma de molestarme, moléstame todos los días.

—Eres viral porque está valorado como un video de comedia de lo mal que bailas. —aclaró dándome como idiota.

—Y aún así lo hago mejor que tú tanto como bailar como hacer gracia, no me avergüenza ese vídeo, es más, me la sopla, y ¿sabes por qué? Porque no estoy pendiente todo el rato de lo que van diciendo de mí, de lo que opinan de mí...porque me la suda y es algo que deberíais empezar a hacer vosotros también.

Caos en el infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora