Juego de malditos (+21)

Capítulo veintinueve: Regresar

El día había comenzado de nuevo, esta vez no estaba permitido sentirme miserable, la noche del juego había probado mi auto-control y afortunadamente logre salir viva de lo que pensé que sería mi última noche. Era sorprendente lo mucho que había mejorado desde las últimas semanas.

—No, ni loca te vas a ir así vestida— esa era sin lugar a duda la hermana de Lars, la más conservadora de todas, la moda era algo que a ella no le gustaba pero no le quedaba de otra que acostumbrarse al hecho de que yo había elegido toda su vestimenta.

Me mire al espejo del armario, el conjunto de la falda a cuadros un poco más arriba de las rodillas a juego con la camiseta negra, la chaqueta de cuero roja y los guantes rojos de cuero jugaban un papel importante a contraste con mis botas hasta debajo de las rodillas color negras, mi cabello castaño permanecía intacto en mi espalda y mi rostro igual al de todos los días junto al labial carmín sobre mis labios.

Dejé atrás la peluca rubia que usé por mucho tiempo, los recuerdos que traía con ella me dejaban al borde del abismo.

—¡Oh vamos así te ves demasiado sexy para ser legal!— llega la hija de Joshua con un conjunto de pantalón y camiseta blancas junto a unas botas deportivas negras, su cabello castaño merecía una ovación de pie, amarrado en dos trenzas detrás de su espalda.

Tomé mi mochila y salí con ellas de mi habitación, nuestra relación no era de todo estable pero existían días en los que las dejaba acercarse a mí. Todas nos subimos al auto de Lars, que había desaparecido una semana atrás. Al llegar a la consulta  era lo mismo de siempre, pero esta vez mentía, si se fijaban en nosotras, aunque lo que más llamaba la atención era nuestra vestimenta, había dejado de pensar si ellos serian un problema, matarlos estaba en mis planes y ahora debía estar atenta, no todo podía ser calma después de los últimos acontecimientos.

Fue por algo que me dejaron con vida.

Caminaba junto a las chicas por el consultorio hasta que el miserable doctor se dio por aparecer.

—Hola. Bienvenida de nuevo señorita Greco—saludó. De nuevo ese apellido, no podía llamarme por mi nombre o por mi maldito apellido.

Todo esté tiempo evitando contacto alguno y resultó que ellos mismos vendrían a buscarme, entendia a la perfección como fue que me encontraron, la nota llegó tres después de mi recuperación, el hombre que me había dado mi poder ahora estaba tres metros bajo tierra. Así que sí,  los Clemont tenían los ojos puestos en mi desde meses atrás.

—Deberían alejarse—le advertí, no era mi intención entablar una conversación con el doctor y menos seguirle el juego a Lars de jugar a la casita y la familia feliz, pero esos ojos y esa sonrisa me convencieron, y la verdad, lamento mucho haberlo hecho.

—No asustas ni a una musca chica mala, mucho menos a mi, ahora déjate examinar para que te puedas ir— respondió, las chicas por el contrario mantuvieron su distancia y estuvieron atentas a todas mis reacciones. La mano del hombre paró por un minuto en mí hombro, un minuto que se me hizo eterno ante a oportunidad gratuita que me estaba dando para matarlo allí mismo, pero luché por no hacerlo.

—Estas muy fría, ¿te sientes bien?— preguntó, lamento mucho que hubiera preguntado eso. Me mandó tantos medicamentos como fueran posible.

—Aléjate o le juro que lo lamentara y se ve que no quiere volver a su antiguo hogar— lo deje sin palabras y salí a grandes zancadas lejos de ese consultorio, eso solo había sido una advertencia, la próxima no sería tan condescendiente.

La hora del almuerzo había llegado, esa vez no me apetecía comer basura, ninguna de las chicas quiso hacerlo. Las mesas de la cafetería del hospital se habían llenado ese día como nunca antes, el olor de la sangre era completamente exagerado e insoportable llegar a respirar ese mismo aire pero lo más preocupante para mí fue darme cuenta de lo mucho que llamábamos la atención en medio de tantas personas.