Juego de malditos (+21)

Capítulo treinta: La carta que nunca llegó

Para: Señorita Venus.
Parte de: Antón y Atlas.

La última vez que te enviamos una carta fue hace dos meses y medio, nos preocupa que algo malo te haya pasado en todo este tiempo. Las noticias viajan rápido así que en esta carta te informaremos de todos los avances que hemos llevado a cabo.

Tendrás más tranquilidad de saber que la pequeña está segura y Dakar ya está con nosotros, no es su obligación y lo sabes, pero al menos intenta llevar las cosas un día a la vez. Su inteligencia es igual a la tuya, a sobrellevado el hecho de que no estás con nosotros, de hecho todos lo estamos sobrellevando...

—Dime, ¿qué significa esto Venus?¿Quiénes son Antón y Atlas?— la voz molesta de Lars me trae a la realidad, sacándome del sueño en el que estaba.

Volvemos a esa oscuridad en la que me sentía atrapada, entre cuatro paredes de un cuarto a punto de caer. Vuelvo a su mirada caótica, cargada de varios pasados de los que nunca se va a deshacer, el alma vacía pretendiendo ser un rey, en un juego de reinos.

—Yo...yo te lo puedo explicar...

—Claro que me lo puedes explicar, ¿quién es ella?— me muestra la foto de una pequeña de rizos castaños en sus manos, el alma se me cae y puedo sentir como dejo de respirar, cayendo en un fondo sin sentido.

Las reglas habían cambiado después de todo, ahora debía decirle una de las verdades de su pasado. ¿Cómo le diría que esa niña es nuestra hija?¿Cómo le diría que se lo oculte por cuatro años?.

—Dilo de una vez, no quiero volver a lo de antes Venus—

'Beby regresa a casa, ese es un lugar oscuro del que debes salir, es hora de regresar a casa, el tiempo se acaba y no habrá vuelta atrás'.

Las letras de aquella canción que escuchamos esa noche vuelven a mi, trayendo una realidad que tengo que afrontar, era decirle la verdad o planear una mentira que pronto descubriría y prefiero decirle la verdad antes de morir por algo que no valdrá la pena.

—El...ella, ella es tu...nuestra hija— y sí, se lo dije titubeante. Desviar la mirada y sujetar la cama con fuerza para no caer.

—Qué...—eso fue un suave susurro, casi imperceptible, un leve murmuro en el viento que si logro escuchar.

—No te lo dije, esa noche, hace cuatro años cuando te fuiste, te lo iba a decir Lars, pero desapareciste sin decir nada y yo...Yo no quería afrontar la realidad así que desaparecí también, por eso tu madre no pudo encontrarme hasta que volví a Hill Maine— lograr decirle las palabras que nunca pude, lograr afrontar de una vez la realidad.

La familia estaba creciendo, el futuro era incierto, pero una cosa estaba asegurada y era el poder que conllevaba llevar el apellido Greco en la sangre.

—Quiero verla, quiero ver a mi hija. Venus— él me toma con sus manos por mis brazos, me aprieta lastimando mi piel, trato de soltarme pero me apretaba más— tienes que traerla, traela— está a punto de perder el control, susurra que la traiga varias veces hasta que lo tomo, coloco mis manos sobra los laterales de su rostro y susurro sobre sus labios que todo estará bien.

"Ni tú crees que esto está bien".
"Nada estará bien a partir de ahora".

Quizás las voces tenían razón en lo que decían, pero traer a la pequeña de ojos grises nos daría un poco de felicidad en la familia que poco a poco amenazaba con desmoronarse.

—La traeré, la traeré Lars— susurro sobre sus labios, él deja de aplastar sus dedos en mis brazos y cuando se da cuenta de lo que dice no hace nada, me mira y luego evita hablarme de lo sucedido.