Epílogo

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Despertar bajo un hilo de luz de luna, en una habitación vacía, con mil y una duda sobre lo sucedido la noche anterior debería ser prohibido para cualquiera.

Es en contra de mis propios principios querer preocuparme por otra persona que no sea yo, pero es inevitable para mi evitar sentir un hueco en mi pecho al saber que algo va muy mal.

—Ya han pasado dos días, me imagino que estará por despertar, voy a retirarme, en unos minutos traerán su comida— reconocí la voz de Dakar en la puerta de la habitación.

Me levanté un poco desorientada y me estiro, necesité un poco de esfuerzo pues una aguja en el brazo que me estaba  suministrándome vitaminas y antibióticos.

Paseo la vista por el cuarto y vi a la pequeña Medusa a mi lado.

—¿Cómo estás cariño?— le pregunté mientras ella dudaba si acercarse o no. Por lo que le hice señas para que lo hiciera,  ella se paseó un poco por la habitación y se sentó a mi lado en la camilla, qué por mas increíble que fuera estaba más cómoda que las camas de la mansión.

—Estoy bien, pero nadie me quiere decir que sucede— ella me miró angustiada, angustia que yo también sentía en ese momento de incertidumbre.

—¡Oh cariño! Yo tampoco sé que está pasando, no tengo idea de que sucedió después de que explotó la bomba— lo que le estaba diciendo no era de todo una mentira, los leves recuerdos de esa noche llegaban a mi como pequeños destellos de una bomba estallando a todo pulmón.

—Esa noticia me toca decirtela, pero no estoy seguro de poder hacerlo— Dakar entro en la habitación antes de que yo le pudiera responder algo más a la pequeña, me vio con la tristeza, y tocó mi mejilla suavemente haciéndome estremecer.

—¡Dime! No puede ser tan malo ¿o sí?— le pregunté a Dakar mientras este me abrazaba atrayéndome más a él, esa decisión me dio las respuestas que él a penas estaba formulando.

—Recuerda que, al segundo en que estalló la bomba el cuerpo de Charlie cayó inerte al suelo, su padre también está muerto— susurro sonriendome, pero esa ligera sonrisa pronto se convirtió en una mueca de dolor.

—¿Por qué la mueca triste?— la pregunta salió en un pequeño hilo de voz, se lo pregunté tocando su mejilla para que volteara a verme, tenía lágrimas formándose en sus ojos.

—Dakar, dime que tienes...¡Dime!— le grité  con la voz entrecortada tratando de no llorar pues él se esta derrumbando a mi lado y yo tenía que permanecer fuerte por la pequeña acostada a mi lado y por él.

—Yo... Venus, yo no sé como decirte esto,  pero no puedo— me lo dijo limpiando las pequeñas lagrimas que habían comenzado a caer. No me gusta verlo tan frágil, sin esa sonrisa de arrogancia que siempre cargaba, me hizo pensar que todo estaba peor de lo que suponía.

—¿Mi padre?— le pregunté preocupada.

—Él esta bien— me sonrió un poco, pero la tristeza era palpable en su rostro, lo que me hizo dudar de mis pensamientos y las voces que gritaban en mi mente, mis emociones estaban  alerta y mi cabeza trabajando más lento.

—¿Qué es lo que paso?— le dije palabra por palabra.

Él me miró dudando, pero al final me volvió a mirar y me dijo despacio— Cuando explotó la bomba, antes de Lars pudiera llegar a nosotros, cuando todos pensábamos que los trozos de la granada impactarían con tu cuerpo, resultó que la granada estaba más cerca de su cuerpo, todos quedamos aturdidos por algunas horas y tu te desmayaste.

Yo no podía pensar en otra cosa que no fuera el cuerpo de Lars en la primera vez que nos vimos, la primera vez que dijo que mataría a cualquiera solo por mi, la vez en que casi me mata o la última vez en que nos vimos. Traté de asimilar la información, de verdad traté de asimilarla.

Juego de malditos (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora