Capítulo treinta y tres: Pesadillas y muertes

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Anoche pensé que las pesadillas no volverían, que podía tener un sueño de descanso, pero en vez de eso me quedé la madrugada entera, despierta al lado de una almohada vacía, como sí nada malo estuviera pasando en nuestras vidas.

Esto se está volviendo una rutina en donde no puedo cerrar mis ojos o volveré al infierno.

—Linda, ¿estas segura de que esto es normal?— Dakar llega a mi lado, cuando me ve balanceándo mi cuerpo en el filo de las escaleras.

—Después hablare contigo Dakar, ¿dónde está Lars? ¿Encontró a...— No pude terminar mis palabras cuando escuchamos un fuerte ruido proviniendo de la puerta tracera.

No quería volver a esa noche, no quería escuchar otro maldito disparo en mi vida, pero aquí los tenía.

Vimos como trataban de entrar por la ventana, sin darse cuenta de que estamos adentro.

—O son novatos o es una distracción— sugirió Dakar, me incliné por la segunda opción cuando por la puerta de entrada apareció Charlie con tres de sus hombres sosteniendo el cuerpo golpeado de Lars, quien se removia tratando de soltarse.
Esta vez la mansión estaba vacía, en ella solo nos encontrábamos Dakar y yo hasta que llegaron una docena de hombres junto a Charlie y Lars.

—¿Donde dejaste a tu padre?¿Ya puedes hacerlo sólo?— le sonreí con maldad cuando noté las venas de sus brazos a punto de explotar y sus nudillos casi blancos por la fuerza que ejercía al no lanzarse contra mi.

—Callate maldita, no querrás que mate a tu preciada hija— ese desgraciado sabía lo que hacía, aprendió del mejor.


"Matalo. Matalo. Matalos".
"Necesito su sangre manchando tus manos".


Las voces me comprendían, a estas alturas también quería lo mismo que ellas, él y su padre pagarían por todo lo que me hicieron pasar.

Hizo una seña al aire y por la misma puerta entraron dos hombres más con la pequeña niña esposada a una silla, la dejaron en una esquina alejada de todos y se posicionaron a su lado, esperando las órdenes de aquel infeliz maldito.

Dakar y yo estábamos sorprendidos, teníamos pensado que atacaría en un tiempo más alejado, y por única vez maldecía no haber tenido un plan de escape, todos mis hombres estaban lejos, los peones de Lars estaban en otro lugar buscando a la niña que permanecía en nuestras narices.

En cambio, tenía que idear otro plan tan rápido como Charlie se daba cuenta de que tenia a mi padre a sus espaldas.

Él tenía a mi padre atrás, pero no sabía como ni en que momento, nos habían acorralado.


—Creo que subestimaron al hombre susurre a escasos centímetros de Dakar.

—O a sus hombres— responde mi padre atado a una silla a espaldas de Lars, a su lado Dakar que trataba de safar las cuerdas y tras de él estaba mi yo, ayudandole pero sin mucho éxito ya que también estaba atada.

Diez minutos después, con un poco de esfuerzo y una pequeña ayuda un clavo sobresaliente en la silla, por fin logré liberarme.

—Aún me sigue impresionando tus habilidades— Lars me mira sabiendo lo que nos correspondía al liberarlos.

Y así fue, logré desatarlos a todos, tomar algunas armas de la habitación en la que nos encerraron, les di una a cada uno y nos dividimos en equipos de dos para acabar con todos.

—Eres tan patetica que te ocultas tras de ellos— escuchar eso de los labios de Charlie fue una apuñalada a mi ego, el no sabía cuánto odio se estaba ganando de mi parte.

Juego de malditos (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora