Capítulo treinta y uno: Presa

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He estado pensando en lo que significa ser un verdadero maldito como lo somos nosotros, un ser insaciable, lleno de venganza y capaces de matar con solo un chasquido de los dedos, y me gusta lo que somos, lo que seremos en un futuro no lejano.

Las ganas de matar son mayorer que cualquier anhelo adquirido a través de los años; la sed de venganza es un lujo que se dan los que alguna vez fueron dañados; insaciables somos cada uno de nosotros, capaces de destruir todo y aún así querer seguir destruyendo. Tomamos cada gota de vida que se nos ofrece y seguimos arrebatando todo lo que queda bajo nuestro poder.

Es aquí en el medio de las paredes de aquella mansión altos muros,  sombras oscuras de viejos juegos retorcidos, marcas de uñas y sangre bajo una interminable limpieza que amenaza con hacer olvidar todo; es allí donde nacen los seres Insaciables, aquellos merecedores de seguir vivos en su propio infierno.

Y pensar que capturamos con nuestras propias manos la carne de cualquier asqueroso pez, solo para tener un poco más de poder bajo nuestras pies.

—¿Buscando una opción poética?— sonrio, Dakar siempre será bienvenido a altas horas de la madrugada en las noches en que dormir era imposible.

—Suponiendo que esta vez si moriremos, espero que al menos sea de una forma poética— se ríe y termina de entrar en el cuarto. Lars se mantiene dormido mientras nosotros dos nos encontramos en el espacioso balcón.

Toma asiento en el sillón de al lado y se queda mirando a un punto fijo de la gran habitación.

—Se pelea por algo más que nuestras vidas. Venus, estamos en esta guerra para dormir en paz aunque sea una vez en mucho tiempo— suspira derrotado y me dedica una mirada cansada.

Tendrá algo que decir de suma importancia sí es en este lugar donde se encuentra.

—Escucha— vale. El comienzo de la conversación no me agrada, normalmente cuando me mira de esa forma es que no traerá cosas buenas— Sé que últimamente no he estado presente y que por culpa de mi madre casi nos vamos al infierno, pero creo que no estamos haciendo lo correcto. Venus, he notado un gran cambio en tu manera de actuar y siento que ocultas más cosas de las que dejas ver su semblante cambia cuando se da cuenta de lo que dijo, me acaba de decir la verdad en mi cara.

¡Oh! Esa sí que no me la esperaba. Le ocultó muchas cosas a esta familia, pero esas verdades no me tocan decirlas.

—Me llegó otra amenaza y... Esta es peor que las otras— me entrega un pequeño sobre donde sobresale una carta negra. El color de los Clemont.

—¿Que significa eso?— lo miro sin entender absolutamente nada. ¿Desde hace cuánto le estaban llegando cartas de los Clemont?.

—Significa que no tenemos mucho tiempo. No quería decírtelo ya que te estabas recuperando, pero ya es hora de buscar ayuda— bueno, al fin y al cabo no me quedaba de otra.

—Bueno no tengo ningún problema en buscar a Antón y Atlas, de todas formas tengo que traer a la pequeña— llevaba algunos años sin ver a la niña, supongo que mi intención era mantenerla alejada de esta vida y yo no necesitaba a otra persona para cuidar.

—Oh ya lo entiendo todo. Planeas involucrar a la niña en este juego de muerte — asiento con mi cabeza de inmediato aunque él ya supiera mí corta respuesta.

Era involucrar a la pequeña o dejar que la mataran sin saber defenderse.

Eso sí, pasamos otras dos horas hablando hasta que se hizo la hora de salir, no tuve que avisarle a Lars ya que me esperaba con las pequeñas mochilas listas en uno de los autos al igual que Dakar.

Juego de malditos (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora