Capítulo trece: Sangre

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*Capítulo para mayores de 18. Escenas de violencia explícitas. Lo lees bajo tú responsabilidad.*

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Sus manos recorren mi cuerpo con vehemencia, distrayendo mi mente de las distorcionadas voces que rogaban por matarlo.

Entra y sale de mi, lentamente, marcando todo mi cuerpo con su esencia, llegando al límite en cuestión de segundos.

—Podemos quedarnos otro rato— dice sosteniendo una de mis nalgas. Al parecer no le pareció suficiente estar despiertos toda la noche y parte del día.

—Debo hacer algunas cosas pero, te prometo que antes de las doce me tendrás aquí— muerdo su labio inferior cuando termino de hablar y me levanto de la cama. Entro al baño y tomo una ducha larga, al escuchar la puerta cerrarse es cuando salgo del baño.

Me coloco el atuendo que siempre uso para estas circunstancias y mientras voy en el auto me pongo a pensar en lo que tengo que hacer.

Muchos temen, otros odian, otros quieren y otros idolatran. Unos mueren, otros son advertidos, otros descansan y pocos obtienen beneficios. Solo hay dos simples reglas: después de las tres las calles de los barrios bajos deben dormir; después de comer, los ricos corruptos deben morir.

Eso es algo que siempre me enseñaron al vivir bajo el yugo de aquella familia. No de los Greco, no de mi supuesta familia y mucho menos de mi padre, solo de aquella familia a la que nadie nombra.

“Luces rotas y botas de cuero es todo lo que distinguen los ricos corruptos antes de morir, después de eso dejan de latir sus putrefactos corazones llenos de odio y avaricia. La codicia mata y niega a todo aquel que esté dispuesto a todo por poder, las noches son más largas y las calles más frías cuando sus manos firman una orden que siempre se ejecuta a la perfección, solo hay un pez más gordo en cuanto a regalos y dinero se trata.

El número uno es encabezado por dos personas; la diferencia es que pocas personas saben quién es uno y nadie sabe quién es el otro, lo que tienen en común es el hecho de haber vivido en las calles, de regalar más a los pobres despreciados por los adinerados y el amor propio por resguardar su vida.

Ambas partes juegan un papel en común, uno sabe quién es el otro y el otro solo sabe que ha caído en esa red disfrazada de sonrisas rojas”.

Lars a caído en mi juego todos estos años, al igual que su familia. Pero me gustaría decir que yo no he caído también.

—Piensa bien lo que vas hacer— volteo en cuanto escucho la voz de Rosa.

—Sé muy bien lo que voy hacer Carol. Lo voy a aplastar hasta que se muera bajo sus propios gritos— cuanto me hacia falta matar escorias cómo el desgraciado que violó a la hija de Joshua.

Rosa me lleva a la habitación donde las rejas metálicas se hacen presentes, el hombre gordo se encuentra sujetado del techo con cadenas, aguantando su propio peso.

Sonrío imaginando lo que viene a continuación. La anticipación se hace presente y se me es imposible borrar mi sonrisa de poder, de satisfacción, una sonrisa que demuestra mis ganas por matarlo.

—Bienvenido a las cárceles de Venus. Dígame maldito. ¿Se siente a gusto?— la escoria levanta su rostro cuando escucha mi voz.

—Sueltame... Joder— suelto una enorme carcajada al escuchar su queja por jalar las cadenas.

—Tss... Si haces eso no podré divertirme contigo— lo regaño y me mira molesto.

Esa mirada hace mi día más agradable.

Juego de malditos (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora