Juego de malditos (+21)

Capítulo dieciséis: Tortura

"Es la hora de mostrar que tan malditos podemos ser."
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El ruido se hace más intenso cuando las ruedas del portón desgastado rechinan contra la vía. Hace una hora que terminamos con la misión, y ahora dos hombres se encuentran colgando de algunas cadenas frente a nosotras.

La espera se hace eterna, sobre todo cuando tengo un dilema con el tema del hermano de Lars.

¿Será Digger capaz de aceptar a su hermano de regreso?¿ Su hermano será capaz de mantener las apariencias?. Esas y muchas otras preguntas rondan por mi mente mientras mantenemos las vistas fijas en los cuerpos colgando.

No era para menos tomando en cuenta que estos hombres fueron criados para tener un comportamiento violento conforme la situación se les salía de las manos.

Diablo salió junto a Joshua hace media hora sin decir nada, dejándonos solas a Rosa y a mí. Nuestras mentes ya nos estaban jugando sucio, queriendo comenzar de una vez por todas con la tortura que tanto nos gustaba.

—¿Los despertamos o dejamos que se despierten solos?— Rosa me pregunta impaciente.

—Tengo una mejor idea— sonrío al ver los tubos de agua sobre los hombres— esos tubos están conectados a la válvula de agua. Tienes dos opciones, agua congelada o agua hirviendo. Adelante— la dejo tomar en el mando y salgo del espacio, cierro las rejas y me alejo un poco más para no ser salpicada con el agua.

—Uno...dos...— no escuché el número tres cuando ya estaba cayendo el agua sobre los cuerpos. Segundos después, escucho el movimiento de las cadenas y los alaridos de dolor cuando el vapor se hace presente.

"Así qué agua caliente... interesante elección."

El agua deja de caer por algunos minutos y luego cae con más fuerza, esta vez siendo agua helada.

—¡Aggghh!— los gritos suben de nivel haciendo mi trabajo más satisfactorio y lo peor, imposible dejar de sonreír.

Rosa vuelve a mi lado luego de cerrar la válvula. Se coloca justo a mi lado, sostiene en una de sus manos una pistola eléctrica y en la otra dos sacos mojados.

Entiendo su indirecta, la dejo hacer lo que quiera, es lo que quiere. Procedemos a sumergir las cabezas de los hombres en cada saco, escuchando sus miserables suplicas.

—Por...favor, déjenme ir.

—¡Oh pero claro que no! ¡A penas estamos comenzando, señor G!.

Es un placer hacer los honores, así que tomando la pistola, la enciendo justo al tocar la piel de su estómago.

—¡Agghhh!— el hombre más viejo grita con desesperación, es lamentable que sus súplicas y sus gritos solo sean música para mis oídos.

Despego la pistola de su cuerpo, estiro mi brazo hasta su frente cubierta por el saco y...

—Les traje otro pedazo de carne— me volteo viendo a Diablo junto a Joshua, quienes cargan un cuerpo delgado cubierto de tierra— no es un auténtico bastardo, pero te aseguro que sabe cosas que no debe— los dos hombres amarran al chico a una silla, dejándolo con la vista fija en los cuerpos colgando.

—¿Están dispuesto a hablar?— Joshua mantiene su distancia, pero su voz sigue escuchándose desde la otra esquina.

—Jamás.

Los tres hombres en la habitación niegan cualquier interacción con nosotros, por lo tanto, no me queda de otra que torturarlo hasta ver sangre saliendo de sus asquerosos cuerpos.