Juego de malditos (+21)

Capítulo veintiuno: Nuestra tortura

-"Pertenecemos a un infierno más grande que el cielo, lleno de nuestras peores pesadillas y un enorme dolor nos espera."
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Pasan al rededor de ocho horas en las que me permito descansar y dejar de pensar en nada más que no fuera yo. Dejo de querer escapar y permanezco en un leve balanceo que hace mi cuerpo contra las cadenas para evitar que mis brazos se duerman, por otro lado ya no siento mis piernas y es cada vez más difícil intentar mantenerme despierta.

Aunque permanezco con mis ojos cerrados, es imposible descansar cuando la amenaza está del otro lado de la puerta. Puede escucharte, puede observarte y puede matarte.

Lamentablemente no me detuve a pensar en la inminente muerte que me esperaba, es una locura creer que alguna vez ya no estaría con las únicas personas que me importaban.

Esto es un pequeño baile para mi entrada al infierno, una confesión de todas las muertes marcadas por mi mano, recuerdos de la sangre surcando los ríos de las calles. Una amenaza concreta, llena de verdades. Quien diría que las mentiras y los secretos me llevarían a perecer en un cuarto mugriento, sufriendo de una hipotermia o de alguna enfermedad debido a la suciedad.

La misericordia no existe, es una melodiosa tonalidad que sólo los verdaderos merecedores de perdón pueden llegar a conocer. Surcando las nubes de un reino en los cielos, un reino que pertenece vacío de cualquier alma en pena. Las cadenas son para los pecadores y el vino para los angeles que suben a los cielos, adentrándose a un paraíso donde los sueños se hacen realidad.

Puedo escuchar el crujir de las pisadas a lo lejos, el paso del agua, el sonar de las gotas de agua al caer en el metal, los chillidos de las ratas por busca de comida y mi propia respiración acompasada. Las arcadas llegan a mi al darme cuenta de lo mugriento que está todo.

Debo encontrar la manera de salir, aunque sé quién vendrá por aquel chico. No puedo permitirme regresar a aquella mansión, Lars me debe estar buscando y yo sé muy bien cuales son sus métodos de búsqueda.

Cuando la ira lo ciega, cuando yo soy lo único que puede ver, él se transforma en un sádico sediento de muerte, mata sin piedad y hasta no obtener lo que desea no para.

No es hasta que escucho el chirrido de la puerta metálica, que me dedico a levantar mi rostro y ver quien se atreve a venir.

-Todos tus amigos están cayendo, ¿qué esperas para hablar?- su sonrisa de desgraciado trae consigo algo diferente. Ha hecho algo que pondrá una diferencia en lo que sucederá hoy.

Se ha equivocado, en su mirada puedo ver el error que cometió.

-Es mejor el silencio general, o debo decir exgeneral- sonrio por lo bajo recibiendo un golpe en la herida de mi brazo por su parte.

-¿Quién te dio esa información? ¿Cómo mierda la conseguiste?- oooh sí, logré molestar al soldadito.

-La pregunta correcta no es ¿quién? Si no, ¿cuándo?.

Sin importarle mis últimas palabras, el hombre sonríe y se hace a un lado dejándole el camino libre a sus hombres, traen consigo a una chica con un saco sobre su cabeza. La guindan del techo como lo hicieron conmigo y luego le dejan los honores a Richard, quien le quita el saco a la chica.