Si hay algo que pueda yo hacer para que te mejores
Dímelo nomás
Si hay algo que pueda yo hacer para que te enamores
Dímelo nomás°
Cuatro meses antes.
Sakura tocó el timbre de la casa de su mejor amigo, Itachi Uchiha. Verificò que su ropa se encontrara lo mejor posible al igual que su cabello; tanta era su concentración en ello que ignoró la presencia del hermano mellizo de su amigo detrás de la cortina de la puerta.
Conocía a los hermanos Uchiha desde que tenía nueve años; fueron compañeros en la primaria y desde ahí han sido inseparables, o al menos Itachi y Sakura lo fueron. La relación que Haruno llevaba con Sasuke era un tanto complicada: siempre discutían, si ella decía caliente, él decía frío; si ella quería jugar soccer, él quería jugar baloncesto; ella amaba lo dulce y él amaba lo salado.
Por un tiempo los molestaban diciendo que acabarían casándose, pero ellos siempre hacían cara de disgusto y cada uno se iba por su lado.
—Te faltó la pelusa que está en tu hombro. —habló con tono burlón llamando su atención.
La mirada de la pelirrosa cambió por completo y una mueca apareció para reemplazarla.
—Púdrete, Sasuke. —escupió con asco— ¿Está Itachi?
—No, fue a comprar un cerebro. —volvió a usar ese tono burlón— ¿Quieres pasar o lo esperas afuera?
—Veamos, pasar y estar rodeada de tus tonterías o esperar al buena onda de tu hermano. —con sus manos simulaba una balanza donde el peso de esperar por Itachi ganaba.
Sasuke alzó sus hombros desinteresado: —Bien, mejor por mi. No tenía ganas de compartir mis M&M's con nadie.
—¿De cacahuate?
El chico, que ya se había dado media vuelta, esbozó una sonrisa ladina, se giró y volvió a enfrentarla.
—Si. De cacahuate. —lanzó un falso suspiro— Lástima que prefieres quedarte afuera esperando a mi hermano.
—Espera. —habló abriendo el portón— No me hará daño juntarme con la chusma un rato. No creo que lo idiota se me pegue, ¿o si?
—Quién sabe. ¿Quieres correr el riesgo?
—Todo por mis M&M's. —ella misma abrió la puerta y pasó de largo junto a él— ¿Itachi tardará mucho?
El Uchiha cerró: —No sé.
—¡En verdad que eres de mucha ayuda! —expresó sentándose en el sofá— ¿Cómo puedes cargar tanta inteligencia en esa cabezota?
—Nunca lo sabremos.
El azabache se sentó a su lado y de la mesa de centro tomó un bowl amarillo canario que contenía los chocolates y las depositó entre ellos dos.
Hubo un prolongado silencio en el que solo se podía escuchar el crujir de sus dientes al masticar los ovalados chocolates. Sus lenguas se teñían de diferentes colores gracias a la tintura, y Sasuke aprovechó esto para mostrar su lengua a la chica.
—Mira, es del color de tu cabello. —dijo con humor a sabiendas de que los comentarios respecto a su cabello la hacían enojar.
—¿Ah si? —él asintió— Pues mira, mi lengua está del color de lo que hay en tu cerebro.
El color café dominaba en su lengua y Sasuke lanzó una sonora carcajada.
—¿Y qué se supone que es lo que hay en mi cerebro de ese color? ¿Mierda? —volvió a carcajearse— Me han dicho cosas peores, niña.