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El profesor Slughorn tenía lo que él llamaba club de eminencias, que era un grupo de sus alumnos preferidos, y yo estaba en él. Algunas veces hacía reuniones y unos días antes del inicio de las vacaciones de navidad, organizaba una fiesta a la que invitaba a la gran cantidad de contactos importantes que tenía en el mundo mágico. Podíamos llevar a un invitado, y sin pensarlo dos veces, le dije a Madeleine que me acompañara. Ella accedió sin dudar, solo porque Cedric Diggory estaba también en el club de eminencias. Como sabíamos que habría gente importante, elegimos unos vestidos no muy llamativos, los dos de terciopelo, el mío vino tinto y el de ella negro. No quise llevar el cabello suelto, así que me hice un moño, dejando solo un par de mechones sueltos.

La oficina de Slughorn era bastante grande y seguramente la había agrandado todavía más, usando magia. Cuando entramos ya habían llegado la mayor parte de los estudiantes, y los amigos del profesor conversaban en pequeños grupos. Los elfos domésticos caminaban de un lado a otro llevando bandejas llenas de bebidas. Tan pronto uno de ellos pasó por mi lado, tomé una copa de vino y comencé a beberla a sorbos cortos mientras mi prima y yo buscábamos un buen lugar dónde ubicarnos. No pasó mucho tiempo antes de que localizara a Cedric y se fuera a hablarle, así que me dediqué a terminar el contenido de la copa, mientras miraba a mi alrededor.

—¿Otra vez piensas terminar bailando sobre una mesa, Parkbey? —dijo, la muy conocida voz de Riddle.

—Guardaba la esperanza de que no dañaras la fiesta con tu presencia, Riddle —le dije, sin mirarlo.

Iba a replicar, pero en ese momento apareció el profesor Slughorn, con una copa llena de hidromiel en la mano y acompañado de una mujer. Riddle y yo pensamos que lo mejor era dejar nuestra poco agradable conversación para otro momento y compusimos una sonrisa amable.

—Aquí está —dijo el profesor, mirándome afablemente, luego miró a Riddle y sonrió—. Buenas noches, Tom.

Riddle podía ser encantador con todo el mundo, menos conmigo, así que puso su mejor sonrisa radiante. Aunque me rehusaba a pensarlo siquiera, su sonrisa era realmente hermosa. Slughorn miró a su acompañante y luego a mí.

—Ella es Emily Parkbey —dijo—, te he hablado mucho de ella porque es realmente buena en el quidditch. No hay un solo partido en el que no anote al menos dos veces.

Comenzaba a preguntarme por qué el profesor estaba hablando de mis habilidades en el quidditch, cuando por fin decidió presentarnos.

—Emily, te presento a Gwenog Jones, es la capitana de las Holyhead Harpies.

Ella sonrió, amablemente e intercambiamos un apretón de manos.

—Encantada de conocerla —dije, y sonreí.

—Mucho gusto —me respondió ella—. El profesor me ha hablado mucho de ti. ¿Desde hace cuánto tiempo juegas quidditch?

—Desde hace dos años.

Ella parecía muy interesada, no apartaba los ojos de mí, como si intentara comprobar si lo que decía Slughorn de mí era cierto.

—¿Has pensado en ser jugadora profesional?

—Sí —respondí de inmediato, hasta ese momento, era la única profesión que me llamaba seriamente la atención—, definitivamente me gustaría dedicarme al quidditch.

Sonrió de nuevo y bebió un sorbo del contenido del vaso que tenía en la mano.

—Para cuando termines la escuela podrías tener un puesto en el equipo —dijo, y escuchar eso me causó mucha emoción.

—Sería algo excelente —repuse.

Ella sonrió amablemente una vez más, después murmuró una disculpa y se retiró. Una vez estuvo lo suficientemente lejos, Slughorn cambió su habitual expresión amable, por una de absoluta seriedad.

—Ustedes son los dos alumnos más brillantes que he tenido en muchísimo tiempo —dijo, en voz baja, pero severa—. Sus habilidades mágicas son ciertamente maravillosas y no tengo queja de las pociones que preparan, pero hay un problema, y es esa guerra sin cuartel que están librando todo el tiempo. Es entendible que quieran sobresalir, pero atacarse constantemente no es la forma de lograrlo. No les voy a decir que sean amigos, o que tengan cualquier otro tipo de relación, pero verlos ofenderse todo el tiempo no es nada agradable y después de un tiempo cansa.

Tanto Riddle como yo, sabíamos que Slughorn tenía toda la razón del mundo. Lo miré y pude comprobar que estaba tan avergonzado como yo. Tenía la vista fija en el suelo y sus mejillas habían adquirido un tono rosado. Jamás hubiéramos esperado una reprimenda de ese tipo de parte del profesor, que siempre era tan tranquilo y amable, pero en ese caso estaba justificada.

—Creo que los dos sabemos que usted tiene razón, señor —admití—, por mi parte, puedo decirle que haré lo posible por corregir esta situación.

Aunque hablaba en serio, yo sabía que casi siempre, era Riddle quien comenzaba, así que sería difícil que yo pudiera hacer algo por llevarme un poco menos mal con él. Cuando me ofendía, me era imposible quedarme callada, pero también tenía que ver que ese enfrentamiento podría causarme problemas y eso era lo que menos quería.

El profesor asintió y se retiró a hablar con unos chicos de Ravenclaw que acababan de llegar. Para pasar un poco la vergüenza que me había causado la reprimenda, tomé una copa de whisky de fuego de la bandeja de un elfo que pasaba por mi lado. Le di un sorbo y miré a Riddle, que ya me estaba mirando. Pocas veces lo había mirado a los ojos, en ese momento parecía no odiarme tanto como siempre.

—Jamás pensé que fuera a decirnos algo como eso —comenté, olvidándome por un momento de que él y yo no hablábamos nunca como las personas normales.

—Ni yo —parecía que por primera vez estábamos de acuerdo en algo.

Bebí otro sorbo de whisky y busqué a mi prima con la mirada. Se estaba apartando del grupo de Cedric y caminaba hacia mí. Cuando volví a mirar a donde estaba Riddle, ya se había alejado unos pasos para reunirse con sus compañeros de Slytherin. Me preguntaba si tal vez un día podríamos llevarnos bien. Parecía algo muy imposible, pero al menos esperaba que pudiéramos llevar la fiesta en paz y dejar de ofendernos todo el tiempo. Con eso sería suficiente, ni siquiera teníamos que llevarnos realmente bien. Madeleine llegó a mi lado y me miró alzando una ceja.

—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó— ¿pasó algo? —rápidamente le resumí las palabras de Slughorn y ella escuchó con atención mientras bebía un vaso de hidromiel a sorbos cortos. Cuando terminé, negó lentamente con la cabeza y puso su mano sobre mi hombro—. Siempre he pensado que es muy inmadura la manera en que Riddle y tú actúan cuando se ven.

—Es difícil de evitar —repliqué—, pero habrá que hacer lo posible por dejar eso atrás.

𝕺𝖉𝖎𝖔 || 𝕿𝖔𝖒 𝕽𝖎𝖉𝖉𝖑𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora